jueves, 23 de febrero de 2012

PUENTE SAMPAYO

-          ¡Carallo!... Estos gabachos no escarmientan…
-          A ver qué te crees tú rapaz, que se van a ir sin pelea…

El río Verdugo baja espumoso este día de verano de mil ochocientos nueve, al viejo puente se le han volado sus antiguos arcos para impedir así el paso de los franceses.
En la orilla sur los diez mil españoles, entre milicianos y soldados regulares y sus cinco cañones, bajo mando del admirado y valiente Coronel Morillo, afilan sus navajas, preparan los sacos de metralla, miden las distancias los artilleros y con los oficiales intentando meter en cintura a los díscolos paisanos que quieren salir ya, sin pérdida de tiempo, a desjarretar gabachos.
Los españoles contemplan como doce mil franceses, relucientes los petos, las tricolores al viento y en perfecta formación napoleónica, con el emplumado mariscal Ney al frente, van tomando posiciones justo delante de ellos.

Pese a lo horroroso que ha sido el año para los imperiales en España desde que los madrileños habían dicho basta y la rebelión y la caza del francés había corrido como la pólvora por todo el país, con ciudades que resistían los asedios, con los caminos convertidos en trampas mortales, con los gabachos expulsados de Portugal y retrocediendo en España hasta más allá del Ebro, con el rey José corriendo que se las pelaba desde Madrid.

Pese a todo ello, el ejército francés era el mejor y más poderoso de su tiempo, con soldados que avanzaban en recias y valerosas columnas hacia el enemigo, con zapadores bigotudos y caballería y mamelucos que daba pavor ver en mitad de la batalla. Francia no era lo que era por casualidad, ni Napoleón tampoco… Toda Europa había claudicado, menos los ingleses cabezones y orgullosos hasta la médula, enrocados desde hacía siglos en su británica isla.

Pero ahora los “mesiús” estaban metidos hasta el cuello en España, y aquí no valían derrotas ni saqueos, ni represiones brutales, ni arrogancias de vencedor. Esto era España, y cada recoveco del camino, cada campesino, cada soldado, cada mujer y cada niño, se había convertido en enemigo declarado del francés.
Y todos sin excepción daban su vida, sin miedo, con tal de llevarse a un enemigo de su rey y de su Patria por delante.

Los diez mil españoles de Puente Sampayo son los mismos que han tomado Vigo y Marín y han obligado a los gabachos a retirarse a Santiago.
Ahora, cortan el avance de Ney sobre el viejo puente.

Los franceses observan, evalúan y no ven en Morillo y sus cinco cañoncitos ningún obstáculo para su avance.

Gritando ¡Vive L´Emperateur!, los franceses lanzan sus temibles columnas de infantería de frente contra las posiciones españolas.
Los cañones y la fusilería continua y eficaz de los españoles dejan pronto el río Verdugo lleno de cadáveres. El ardor francés choca de bruces contra el valor español.
Las filas francesas sucumben una tras otra bajo el bravo fuego de los hombres de Morillo, los pocos franceses que consiguen alcanzar la posición española caen cosidos a bayonetazos y sablazos.

La caballería francesa es incapaz de abrir brecha. Los coraceros caen rodando uno tras otro contra el duro suelo gallego: ¡Clang , Cling, clong!
Y cuando termina el concierto de armadura rodando, un gallego que huele a sal y a percebes, le rebana el pescuezo al gabacho con su navaja, la misma que usa para cortar el queso de tetilla.

Ney ordena entonces a sus tropas que se replieguen. Pues por allí (está claro) no podrán pasar, aquellos españoles que hablan tan raro no van a permitírselo.

Pero Ney sabe por sus espías que hay otro puente un par de millas al norte. Un puente que los españoles no han volado, un puente defendido tan solo por paisanos llegados desde Pontevedra, El Morrazo y La Lama, paisanos sin preparación militar que huirán, sin duda, cuando los mamelucos carguen contra ellos.

El ocho de Junio Ney ordena a sus mamelucos, los mismos que se cagaron patas abajo, cierto día, hace un un año poco más o menos en La Puerta del Sol de Madrid, que ataquen el puente de Caldelas y pasen sin piedad a cuchillo a los defensores.

Tres cargas consecutivas resisten los valerosos hombres de Caldelas. Tres cargas terroríficas de los afamados mamelucos.
Los pocos jinetes egipcios que consiguen regresar vivos, llegan temblando y con los ojos espantados.
Moros, habían dicho aquellos salvajes, moros- cuentan- y llamando a un tal Santiago se habían lanzado contra los caballos y los mamelucos con tal furia que hasta los animales retrocedían ante ellos:

-¡A por los moros, carallo!- gritaban y movían las manos como demonios, con aquellas navajas enormes que portaban los españoles desde El Ferrol hasta Tarifa.

Ney no da crédito. Sus flamantes y aguerridas tropas son desangradas ante aquel riachuelo gallego.
Hasta los temibles mamelucos, que hasta a él mismo le daban miedo, habían caído desollados por aquellos locos y bestias españoles.

Porque aunque entre ellos mismos ( los españoles) hacían esfuerzos por distinguirse los unos de los otros, yo soy de aquí, el otro de allá, mi tierra es más hermosa, en la mía hay mejor vino, y demás etcéteras, a la hora de combatir  a los franceses, los españoles lo hacían de la misma manera allí en Galicia que en Cádiz o en Cataluña… No había diferencias ni en los gritos que daban ni en su fe inquebrantable en obtener la victoria. Españoles indomables de las cuatro esquinas de la Península.

El día nueve, el cabizbajo mariscal del imperio, ordena la retirada.
Será una pesadilla, hostigados noche y día por los guerrilleros. Los pocos franceses que consigan pasar y atravesar las sierras llegarán hasta sus líneas  enloquecidos y exhaustos. Los guerrilleros no han dejado por un momento de perseguirles y de matarlos allí donde los encontraban.

Galicia, queda limpia de franceses. Y los defensores de Puente Sampayo se convertirán en héroes.

Olvidados y escondidos. Como todos.

© A. Villegas Glez. 




1 comentario:

  1. Genial como siempre.
    Todos los años participo como recreador, a rememorar esta batalla. Y me entristece ver que la memoria de nuestros antepasados, solo la mantiene la asociación alarmas de Pontesampaio. Sin ningún tipo de ayuda de las instituciones.
    Como sea, Batalla de Brión no faltará.

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