sábado, 18 de febrero de 2012

ASTORGA 1810

¡Malditos gabachos…!
Apoyado en las vigas renegridas de lo que había sido una 
casa, Pedro López contemplaba absorto la brecha de la muralla por la que, sin duda, atacarían mañana los franceses…
Astorga resistía irreductible y aguantando firme el envite de los treinta mil soldados del mejor ejército del mundo que la rodeaban. Los mismos gabachos que los habían vapuleado en Rioseco, en Zozorna, en Espinosa.

Habían tardado los franceses un mes, pasito sí, pasito no, en cercar las murallas de la ciudad, encerrando dentro a los defensores y aislándolos del mundo exterior. Astorga se sumaba a las ciudades españolas que se enrocaban contra el gabacho.
Porque al contrario que en el resto de Europa, en España, pese a las derrotas y a la represión, el ejército renacía una y otra vez de sus cenizas y el pueblo, bueno, desde los niños hasta los viejos todos los españoles odiaban a los gabachos y no perdían la oportunidad de cepillarse a alguno. El puesto de enlace o correo no era el más solicitado en España:

- François, lleve estos pliegos al Mariscal Dupont…

- ¿Atravesando las sierras, mon Caporal…?

- Ouí… ¡Faltaría mais...!

- ¡Glups, glups…!


El veintiuno de marzo de mil ochocientos y diez llegaron los franceses a Astorga… En seguida cortaron los accesos a la ciudad y empezaron los trabajos de cavar sus trincheras, trazar sus paralelas y arrimarse a la muralla.
El Coronel Santocildes que era nuestro comandante y un hombre valiente, desde el primer momento decide que la mejor táctica es la de estorbar los trabajos del enemigo a base de golpes de mano y encamisadas nocturnas que ponían los pelos de punta a los zapadores franceses.
Como la espectacular salida del día treinta en la que trescientos españoles, despreciando el fuego enemigo, 
bayoneta calada y pecho descubierto hicieron montería de franceses y destrozaron lo que tanto trabajo les había costado construir.

Sin embargo, a pesar de tanto derroche de bravura y valor la situación era desesperada. No había apenas qué comer y la poca agua disponible era salobre, desde que los gabachos habían tomado Fuente Encalada… Pero lo peor de todo era la falta de municiones para los cañones y los mosquetes. Se podían contar con los dedos de la mano los cartuchos y los sacos de pólvora que quedaban.


Sin embargo, la guarnición y los voluntarios seguían dispuestos a resistir hasta la última bala. Y como se ve que los miles de franceses que rodeaban Astorga, a pesar de estar lamiendo las murallas, eran incapaces de tomarla al asalto, el mismo General Junot se desplaza desde Valladolid con gruesos cañones de asedio y más tropas.
Llega a la ciudad el día diecisiete de abril. Ordena que se emplacen los morteros y el inmediato y continuado bombardeo de la ciudad… El día veinte de abril, con sus baterías ya dispuestas, los cañones franceses abren fuego
 a las cinco de la mañana… No dejarán de disparar hasta bien pasado el mediodía.
La guarnición de Astorga resiste impasible pese a que se ha abierto una brecha enorme en la muralla muy cerca de la Catedral.

Los españoles responden al fuego de la artillería francesa recargando sus cañones con las bolas de hierro del enemigo que no habían estallado… Reciclaje de campaña.
Impávidos los astorganos resisten un bombardeo que se podía escuchar desde la Loma del Calvario, que estaba en León a casi cincuenta kilómetros de distancia.

Amanece el veintiuno de abril y para desayunar los astorganos tienen hierro y plomo francés. De postre, seguro de sí, Junot envía un emisario:

- Capitulación incondicional o degüello…- dice.

El coronel Santocildes le responde:

- “La guarnición espera el asalto…”

Disparan los defensores un cañonazo, de bala reciclada, con tan buen tino y poca fortuna que el proyectil le vuela el sombrero de la cabeza al general gabacho -¡Mon Dieu!- aquello es el buen tino y no le arranca la cabeza de milagro, aquí la mala fortuna…

Junot decide enviar a dos mil hombres para que ataquen por la zona de Rectivía, pensaba que de esta manera los defensores dejarían más desguarnecida la brecha de la muralla. Pero se equivocaba porque mientras los dos mil franceses eran rechazados durante horas sin que pudiesen romper la defensa española de Rectivía, otros mil soldados, tropas de élite de los prestigiosos Regimientos: Sesenta de Línea y el Batallón Irlandés atacaban sin éxito la brecha de La Catedral…
La carnicería resultó espantosa. Los defensores agotaron los últimos sacos de metralla y los últimos cartuchos de mosquete que les quedaban sobre los franceses.
Muy pocos llegarían hasta los escombros de la muralla y los que llegan se encuentran allí con que habían quedado al descubierto y expuestos a los fusiles españoles. Solamente unos pocos hombres, de los mil que componían el asalto, lograrán sobrevivir refugiándose tras los cadáveres de sus camaradas.
Ni uno solo había logrado poner los pies tras la muralla…El asalto francés había sido rechazado. Pero los españoles tenían las cartucheras vacías y solamente les quedaban las navajas y las bayonetas.
Algunos quieren inmolarse matando enemigos, como en Numancia -dicen- pero el Coronel logra
 convencerlos de lo contrario… Seréis más útiles vivos que queda todavía mucha guerra que dar todavía- les dice.
Así el veintidós de abril Astorga se rinde, pero sin haber sido derrotada.

El General Junot, aunque él es un revolucionario y un soldado del Emperador y no cree en aquellas cosas, entra en la bombardeada Catedral y enciende una vela:

- Gracias Dios mío por permitir que se les agotasen las municiones a estos locos… No sé qué hubiese pasado si llegan a tener más…

A. Villegas Glez. 2012


1 comentario:

  1. Pues que no entras si no es con los pies por delante mientras hubiese un español con su mosquete

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