martes, 10 de abril de 2012

LOS TRES HERMANOS

Esta es la historia de tres hermanos que nacieron en un proyecto que pretendía que la industria naval española -que había sido la mejor del Mundo- recuperase el prestigio y la justa fama, ganada a pulso desde antiguo, de construir los mejores y más bellos navíos que surcaban los mares

En medio del desgobierno, del abandono, de las luchas por el poder, de revueltas revolucionarias un día sí y al otro también, de la guerra en Marruecos que provocaba Semanas Trágicas y Barrancos del Lobo, en mitad de los intentos por enderezar el rumbo de la nación y formando parte de uno de los tropecientos mil planes de reestructuración y modernización que afectaron a nuestros Ejércitos, nacieron nuestros tres hermanos.

Todas las Armadas del mundo ya construían acorazados bautizados como de la clase: “Dreadnougt”, definiéndose así en honor al navío inglés que fue el primero de su serie y que revolucionó los diseños navales al incorporar torres armadas con una poderosa artillería y un sistema de propulsión de modernas turbinas de vapor.
A este barco se le considera el padre de todos los acorazados.

Nuestros tres hermanos serían los “Dreadnougt” más pequeños del mundo.
No podíamos aspirar a más, ¡qué se le iba a hacer!, acabados desde hacía mucho los tiempos en los que España construía “Escoriales de los Mares”, como lo fue el impresionante navío de cuatro puentes, único en el mundo de su clase, “Santísima Trinidad”

Nuestros tres hermanos, a pesar de su corto tonelaje resultarían barcos de muy hermosa factura. 

Cubiertas corridas solamente rotas por el puente de mando y una solitaria chimenea.
Además, y ésta era una característica única de los navíos hispanos, eran capaces de disparar sus ocho piezas principales a la vez, o podían abrir fuego tres torres al unísono si el barco navegaba en retirada, lo que era un alivio para la dotación y una prueba más del buen hacer y profesionalidad de los astilleros españoles.

Fabricados en El Ferrol tornillo por tornillo y plancha por plancha no saldrían, en absoluto, malos barcos.
Haciendo así honor a la antigua tradición y a la vieja reputación española en la fabricación de navíos la recién creada Sociedad Española de Construcciones Navales.

Montaban cuatro torres armadas con cañones de trescientos cinco milímetros, veinte cañones de ciento cinco milímetros y dos montajes anti-aéreos. 

El único defecto del que adolecían era que carecían de aviación embarcada y los proyectos para montarla se perdieron en los cajones de oscuros despachos y el asunto, por poco importante, se iría abandonado. 
¿Qué raro, verdad...?

Los tres hermanos serían bautizados: “España”, “Alfonso XII” y "Jaime I”.

Construidos con la ilusión y las ganas de que todo mejorase, el triste final de nuestros tres hermanos se puede convertir en lección provechosa para quien la quiera buscar o, al menos, será un entretenido recuerdo sobre la enésima vez en las que, las ilusiones y las esperanzas de nuestra tierra se fueron al fondo del mar y allí se perdieron para siempre.
Igual que los tres hermanos de nuestra historia:

Acorazado: "ESPAÑA"

Entregado a la Armada en septiembre de 1913.

Su primera misión fue realizando labores diplomáticas en representación de nuestro país por puertos de todo el mundo.
Participa en el despliegue de nuestra Armada para la vigilancia y el control de las costas españolas durante la Primera Guerra Mundial. 

Era el mes de agosto de mil novecientos veintitrés y estábamos enfangados en plena Campaña de África. 
El acorazado regresaba a la península después de haber apoyado con su artillería el desembarco en las playas de Afrau.

La madrugada del veintiséis, muy cerca de la ciudad de Melilla, el buque chocaría contra las afiladas piedras del Cabo Tres Forcas. 
La niebla, al menos así consta en las declaraciones del juicio, tuvo la culpa del fatal despiste de los vigías que encallaron el barco hasta el palo mayor.
Se salvaría todo lo salvable, que hasta los grifos se llevaron, dejando solo al mar la cáscara rota del que había sido el primer acorazado español.
Aquel invierno las galernas y los temporales que golpean el Estrecho deshicieron y acabaron por hundir lo que quedaba del vapuleado cuerpo del primero de nuestros hermanos.

Hoy en día los aficionados al submarinismo todavía encuentran en el fondo algunas viejas chapas corroídas por el mar, el tiempo y el olvido.

Acorazado: "ALFONSO XII"


Entregado a la Armada en agosto de 1915. 

Se le encargaría la vigilancia de nuestras costas durante la IGM.

Tras el conflicto hace un viaje hasta el continente americano, convirtiéndose en el primer navío de guerra español que atracaba en Cuba desde la independencia de la isla. Después recalaría en la cercana Puerto Rico. 

En las dos antiguas provincias se recibió a los españoles como a hermanos que regresaban de un largo viaje.

Más tarde el "Alfonso XII" formaría parte de la escuadra combinada durante el Desembarco de Alhucemas. 
Poco después representaba a nuestro país en la Exposición Universal de Barcelona de 1929.

En 1931 el gobierno de la República rebautizaría al acorazado como: "España".

Menos mal que no se les ocurrió ponerle detrás el número dos.

También ordenaba el gobierno republicano que el navío quedase, hasta nueva orden, amarrado a un mulle del Ferrol 
con los cañones oxidándose convertido en cuartel flotante. 
Allí se quedaría pudriéndose el flamante navío hasta que, el año treinta y seis, la marina nacional lo vuelve a poner en funcionamiento.
El "Alfonso" regresaba al mar y muy pronto se le conocería  con el sobrenombre de: “El Abuelo”.

Al principio brillaría una buena estrella para nuestro segundo hermano porque, de todos los bombazos que le tiraron, que no fueron pocos, apenas algunos consiguieron alcanzarle.
Pero el treinta de abril de 1937 la buena estrella se le apagaría.

 
En persecución de un carguero inglés que intentaba burlar el bloqueo, el acorazado se dio de bruces contra una mina a pocas millas del Cabo Galizano.
De inmediato el navío se escoró sobre una de sus bandas. El "Alfonso" estaba perdido sin remedio y la tripulación a pique de irse al fondo con el buque.


Pero los hombres del destructor “Velasco”, que hacía de escolta del poderoso acorazado, echándole dos pelotas como dos balas de a veinticuatro, se abarloaron con el buque herido y sin prestar atención al hecho de que, si el otro se hundía los arrastraría al fondo, lograron salvar a casi toda la dotación del acorazado.

Nuestro segundo hermano sigue allí, lo que quede, desdeñado en las frías y oscuras aguas del Cantábrico


Acorazado: "JAIME I"


Era el más joven de los tres hermanos.
Botado en 1919 debió esperar amarrado en su muelle hasta el año veintiuno para que lo pudiesen terminar.
La culpa del retraso la tuvo la confrontación europea ya que, comprensiblemente, los proveedores ingleses estaban muy ocupados fabricando 
por un tubo piezas y municiones para su propia nación que estaba metida hasta el pescuezo en las sangrientas y embarradas trincheras del Somme o Ypres.

Así que desde el principio la vida del último de los hermanos resultó accidentada.


Amarrado en el puerto de Estambul, el barco velaba por los intereses españoles durante la revolución de Atartuk, fue abordado por un despistado carguero austriaco que dañaría muy seriamente el navío hispano.
Se dice que, tras comprobar que los dos barcos seguían a flote, la dotación española se dedicó a agradecer a los austriacos la gentileza.

En 1925 participa en el famoso Desembarco de Alhucemas, que fue la primera operación que combinaba fuerzas terrestres, aéreas y marítimas de la Historia.

En 1934, y al servicio de la República, bombardea a los revolucionarios de Asturias. Curiosamente el nuevo gobierno no había rebautizado al "Jaime".


Durante la guerra civil, tomado el navío por la marinería revolucionaria, sus baterías se usaron contra Algeciras, Melilla, La Línea y Ceuta.
Su labor principal era la del bloqueo naval del Estrecho.


En 1937 estaba atracado en el puerto de Almería y sufrió un ataque aéreo en el que, tres certeros impactos, lo dejaron muy dañado y casi listo de papeles.
Remolcado con muchas dificultades hasta Cartagena sería amarrado a un muelle en espera de reparaciones.

El diecisiete de junio una enorme explosión retumbaba en todo el puerto y la ciudad.
Era el "Jaime I" al que, inexplicablemente, le había reventado un pañol de municiones.
La explosión mató a más de trescientos hombres y dejó el buque con la quilla apoyada en el fondo y los inútiles cañones asomando, como si se negaran a ahogarse, con la bajamar.

Allí se quedaría durante el resto de la guerra convertido en criadero de anémonas y sirviendo de refugio a pulpos y abadejos.
No hubiese sido mal final, ¿verdad...?

Sin embargo el destino del "Jaime I" sería distinto.


Acabada la contienda fue reflotado y la poderosa artillería que montaban sus torres aprovechada como baterías costeras. 
Estas piezas han servido durante muchísimos años en nuestra Armada.
El casco de nuestro tercer hermano fue desguazado y vendido como chatarra allá por el año 1941.

Así termina la amarga historia de nuestros tres hermanos, tres conglomerados de acero, madera, hélices,
 calderas, hierro y sangre.
Tres simples barcos.

Perdidos, abandonados, desguazados. 

No podía ser de otra manera porque
nuestros tres hermanos nacieron españoles...

A. Villegas Glez. 2012


Imagen: El "España" y el "Alfonso XII" amarrados en la Base Naval de Cartagena.


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