lunes, 22 de octubre de 2012

MADERA, VELAS, JARCIA, SANGRE Y GLORIA

No hace tantos años y a pocas millas del Cabo Trafalgar los españoles defendíamos nuestro honor y nuestra bandera a cañonazos.
Pese al lamentable estado en el que se encontraba la Armada, con navíos alistados a toda prisa y con las dotaciones rebañadas en cada tugurio, cárcel y callejuela oscura del Campo de Gibraltar y aledaños, hombres de leva forzosa que, muchos de ellos, jamás habían pisado las tablas de un barco. 

Pese a que todos sabían que era mejor no salir de la bahía de Cádiz y obligar al inglés a un bloqueo largo y tedioso, a desgastarlo y esperar el momento propicio para atacar.

Así lo aconsejaron hombres de la talla de Gravina, Escaño, Cisneros y Churruca, pero los “alieés francaiçes” se tomaron la prudencia a cobardía, mentaron aquella salva parte, sacro-santa para todo español -los cojones, o la falta de ellos- y claro, la flota salió de inmediato…

Basta recordar que poco antes, en el combate de Finisterre, los españoles - y todo esto según relatos ingleses- que ya es reconocer por parte de los rubios y en palabras textuales dicen:

“Los españoles se batieron como leones”


… Mientras los franceses ni se arrimaban al enemigo, tirando de lejos y con las velas dispuestas para ceñir el viento y largarse de allí como al cabo hicieron. 


Además el Almirante en Jefe de la flota combinada era más inútil que un traje de Armani en la selva tropical y su indecisión y pésimo mando le buscaría la ruina a todos.


En Finisterre y en Trafalgar nuestros compatriotas enfilaron su destino, y se batieron como jabatos, cañoneando a los ingleses sin tregua, cayendo uno a uno rodeados de enemigos, desarbolados, chorreando la sangre por los imbornales y escupiendo con rabia fuego hasta el final.
Mucha gente piensa que en Trafalgar fue donde murió el poderío naval hispano. Solamente es cierto en parte. 
Los navíos que no se perdieron en el temporal que llegó tras la batalla y que golpeó a todos por igual uniendo en la desgracia a amigos y a enemigos, permanecieron anclados en los puertos, abandonados mientras España se sacudía la mosca cojonera napoleónica.
Antes, nuestros tatarabuelos, españoles cabezones, indomables, cerriles,valientes, abandonados de gobiernos y de reyes, salieron a la mar para defender su bandera y su honra.

Y lo hicieron, pardiez que lo hicieron…

A continuación una relación de los navíos que combatieron aquella mañana de octubre de no hace tanto tiempo, cuando los españoles salieron con sus barcos a defender la patria vieja, cansada y dura en la que habían nacido.

Porque aquella era su obligación y su deber… Y hace doscientos siete años, los españoles todavía, sabíamos lo que era el deber y la obligación…

Igualito que hoy.


Honor y Gloria a todos ellos, desde el Almirante Cisneros hasta al último grumete que aquel día lucharon por nuestro honor y nuestra patria:

Navío Bahama: 


Setenta y cuatro cañones. Dionisio Alcalá Galiano, muerto en combate. Ochenta muertos, setenta y cinco heridos. Peleó el Bahama contra varios navíos enemigos hasta el final, pero fue finalmente capturado y ocupado por los ingleses. 
Sin embargo los prisioneros se amotinan y consiguen represar el barco que queda a la deriva en manos del temporal. 
Una de las fragatas inglesas consigue rescatar a algunos marineros, pero casi todos los heridos se quedarían allí abajo, en las baterías oscuras y anegadas. 
La suerte llevará el barco hasta la desembocadura del río Guadalquivir en dónde los pescadores locales lograrán rescatar a los heridos. Unos cuentan que fue apresado después por los ingleses y otros que no, que varado en la costa se perdería para siempre el Bahama.

Navío Monarca: 
Setenta y cuatro cañones. Teodoro Argumosa, herido grave. Cien muertos y ciento cincuenta heridos. Capturado hecho astillas tras haber peleado con honra y valor inauditos. Los supervivientes de la tripulación española se sublevan y recapturan el barco, que queda a merced de la tempestad que lo lleva hasta la costa en dónde se queda tumbado de un costado, allí le prenderán fuego los ingleses.

Navío Montañés: 
Ochenta Cañones. Francisco Alsedo y Bustamante, muerto en combate y su segundo al mando, también. Treinta muertos y veinticinco heridos. 
Retirado a Cádiz, formará parte de los barcos que participan en la valiente salida de represa que hicieron los españoles tras la batalla y que lograron arrebatarles a los ingleses los pontones arrasados que eran ahora el Santa Ana y el Neptuno. 
En el año 1810 el Montañés se perderá frente a Cádiz durante un temporal.

Navío Neptuno: 
Ochenta cañones. Cayetano Valdés y Flores, herido grave. Cincuenta muertos y ciento sesenta heridos. Formaba parte de la columna de Dumanoir que había huido cobardemente del combate. 
El Neptuno desobedeció las órdenes del francés y puso proa al Trinidad. Peleó con bravura rodeado de enemigos. 
Fue capturado y después represado. Debido a su estado lamentable tras la batalla se hundió frente al Puerto de Santa María.

Navío Príncipe de Asturias: 
Ciento doce cañones. Federico Gravina, herido muy grave-moriría poco después a causa de sus heridas. Antonio de Escaño, herido grave. Sesenta muertos y ciento diez heridos. 
Combate ferozmente contra el enemigo y organiza -en vista del desastre- la retirada hacia Cádiz y la posterior salida para represar los barcos capturados. 
Se fue a pique en el puerto de La Habana en el año 1814 y fue desguazado en 1817.

Navío Rayo: 
Ciento diez cañones -el abuelo de la escuadra- Enrique Mcdonnell. Cinco muertos y quince heridos. 
Se quedó muy rezagado y en muy mala posición tras la virada ordenada por el Almirante Villenueve. 
Participó muy poco en los combates, cañoneándose de lejos con el enemigo. Después y durante la operación de rescate naufragó frente a la costa.

Navío San Agustín: 
Ochenta cañones. Felipe Jado Cagigal. Ciento ochenta muertos y doscientos heridos. 
Combate bravamente contra numerosos enemigos rechazando los abordajes con tanto valor que fueron los mismos ingleses los que propusieron la rendición del barco, que el Capitán aceptaba con la condición de que la Enseña de España nos se arriase hasta que el barco se hundiese… 
Y allí se quedó la bandera, hasta que el veintinueve de octubre, en vista de que era imposible de remolcar, los ingleses lo incendiaron.

Navío San Francisco de Asís: Setenta y cuatro cañones. Luis Flores Pereira. Cinco muertos y doce heridos. 
En la funesta maniobra de virada se queda descolgado y solo, cañoneándose de lejos con el enemigo. Retirado a Cádiz participará en la represa del Neptuno y del Santa Ana.
Se perderá en la costa debido al temporal.

Navío San Ildefonso: 
Setenta y cuatro cañones. José Vargas Varáez. Treinta y cinco muertos y ciento veinticinco heridos. Tras sostenerse contra varios enemigos fue capturado. 
Su bandera de combate se encuentra expuesta hoy en día, en el Museo Británico de Londres, en ella se pueden ver todavía los balazos y desgarrones producidos por la metralla inglesa.
Navío San Juan Nepomuceno: Setenta y cuatro cañones. Cosme Churruca, muerto en combate. Cien muertos y ciento cincuenta heridos. Llegó a batirse el San Juan hasta con seis enemigos a la vez, a los que mantenía en respeto y bien vapuleados. 
Cuando lo consiguieron capturar a ningún capitán inglés se entregó el sable de Churruca, pues a ninguno de ellos por sí solos se hubiese rendido jamás el San Juan Nepomuceno, y los ingleses lo sabían. 
Se llevaron el casco raso hasta Gibraltar y una vez allí pusieron una placa con letras de oro en la puerta de la que había sido la cámara de Churruca. Los oficiales de la Navy se descubrían al entrar en señal de admiración y respeto hacia aquel bravo capitán español que tan negras se las había hecho pasar en la batalla.

Navío San Justo: 
Setenta y seis cañones. Miguel Gastón. 
En la virada queda muy perdido y rezagado, huye a Cádiz. 
Fue el último superviviente de los navíos de Trafalgar, se perdió en Cartagena, desfondado y podrido, en el año 1828.

Navío San Leandro: 
Setenta y cuatro cañones. José Quevedo. Diez muertos y veinte heridos. Otro que se quedó rezagado, desperdigado y sin poder arrimarse al combate. Se cañoneó de lejos con el enemigo y sufrió después el temporal que lo desarboló, llegando a Cádiz de milagro. 
Acabó sus días en La Habana desarmado y medio podrido hacia el año 1813.

Navío Santa Ana: 
Ciento veinte cañones. José Gordoqui-Ignacio María Álava. Cien muertos y ciento cuarenta heridos. Libró un épico combate contra el Royal Sovereing, al que hizo astillas, obligando al almirante Collingwood a tener que cambiar de barco. 
El Santa Ana resistió como gato panza arriba hasta que la abrumadora superioridad enemiga le obligó a arriar el pabellón. Capturado, fue después represado por el Rayo y consiguió llegar a Cádiz. 
Trasladado a La Habana allí morirá por falta de carena en 1816. Cuentan que todavía se podía distinguir su casco pudriéndose sobre el fango en el año 1834.

Navío Santísima Trinidad: 
Ciento cuarenta cañones, único navío de cuatro puentes del mundo, llamado el Escorial de los Mares. Hidalgo de Cisneros- Francisco Uriarte. Doscientos cinco muertos y ciento veinte heridos. 
El Trinidad peleó contra media flota enemiga que pretendían todos ellos convertirse en los héroes que capturasen el símbolo del poderío español. 
Como perros rabiosos se abalanzaron contra el barco español, pero el Trinidad vendió muy cara su madera. 
Fue capturado arrasada la cubbierta y hecho astillas, mocho de palos y con cientos de impactos entre sus cuadernas. Con los ingleses intentando mantenerlo a flote el Trinidad venció su última batalla y se hundió a veinte millas de la costa. 
Sus cañones pueden verse en el Panteón de Marinos Ilustres.


© A. Villegas Glez. 2012



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