domingo, 1 de septiembre de 2013

EL TALENTO ENAMORADO. La Vida de Don Félix Lope de Vega y Carpio

Corría el año del Señor de mil quinientos sesenta y dos cuando, doña Francisca Fernández daba a luz a un niño que estaba predestinado a convertirse en el más prolífico escritor de la Literatura Universal. 
Su padre Félix de Vega era un humilde bordador que había llegado tan sólo un año antes a la recién estrenada Villa y Corte de Madrid.
Se dice que el buen hombre fue a la capital de España en pos de unas faldas y que la madre de nuestro genio fue la que sufrió aquella relación y que Lope, desde muy pequeño, aprendería lo que eran los celos y el encontrase prisionero por el amor de una mujer, que, por cierto, no existen barrotes más placenteros ni celda más acogedora que los muslos de una dama.

Fue un niño muy precoz que con cinco años ya leía latín y castellano, con doce componía versos y escribía sus primeras obras. Sería esta genialidad innata la que le llevaría a entrar en la escuela de Vicente Espinel a quien Lope siempre admiraría y agradecería que se fijase en su talento y le ofreciese una oportunidad.

En el año mil quinientos setenta y siete le encontramos de alumno en la prestigiosa Universidad de Alcalá de Henares, en la que cursa cuatro años de estudios.
Pero el joven Lope tenía el carácter díscolo, enamoradizo y, para colmo de males, tenía mucho, muchísimo éxito entre las mujeres a las que adoraba. 
Su pasión y calenturientas aventuras le llevaron a no conseguir ninguna titulación académica y que sus protectores dejasen de pagarle los estudios. 
¡"Pá que se lo gaste el listo en barraganas!- dijeron.

Lope se dedica entonces a escribir comedias -que era todavía un género tenido por menos y despreciado por los puristas- para poder subsistir, trabaja para nobles y aristócratas, que no tenían ni pajolera idea de letras, para los que escribe legajos aburridos o hacía de secretario. 
Su vida amorosa continuaba siendo un ciclón irrefrenable, pues Lope no podía dejar de amar y de ser amado.

En el año mil quinientos ochenta y tres decide cambiar la pluma por la espada y se enrola en la flota de galeras del Marqués de Santa Cruz . Pelearía en la batalla de la Isla de Terceira, cuando los franceses quisieron arrebatar las Azores al nuevo y flamante rey de Portugal, nuestro Felipe II, pero el de Bazán les pararía los pies a los gabachos.

El paso por la milicia dejaría hondas huellas en el alma de Lope y la experiencia se vería reflejada después en sus obras. Se convierte por derecho propio en otro más de aquellos poeta-soldado que cuajaron durante aquel siglo irrepetible.

Al regreso de la expedición estudiaría Gramática en los Hermanos Teatinos y Matemáticas en la Academia  Real, allí conocería a su primer gran amor, la actriz Elena de Osorio, de la que se enamora hasta el tuétano de los huesos, abandonando por ella todas sus aventurillas y dedicándose a escribir nuevas comedias para que las representase la compañía de su amada.
Sin embargo, Elena, al poco tiempo, se lía con un rico pretendiente emparentado con el Cardenal Granvela y abandona al pobre Lope. 
En venganza, con el corazón arrasado, le escribiría unos sonetos hirientes que luego dejaría correr por los mentideros de la Villa, los versos, claro, ponían verdes a Elena, a su padre, a su madre y a todo Cristo.
Aquello le costaría una visita a la temible Cárcel Real y de postre el destierro del Reino de Castilla con pena de vida si se atrevía a aparecer por allí.
Su relación con Elena nos dejaría para la posteridad una de sus mejores obras: "La Dorotea".

Muy pronto su corazón, no podía ser de otra manera, se vio de nuevo colmado por el amor y siguiendo su impetuoso carácter y los modos y costumbres de la época,  rapta, con el consentimiento de ella, claro, a la hija del pintor Diego de Urbina. 
Isabel de Alderete y Urbina se llamaba la muchacha.

Para hacerse perdonar el secuestro y ser aceptado por su suegro, que por aquel entonces era el Pintor de Cámara del Rey, Lope se alista en la expedición que se preparaba en Lisboa y que pretendía invadir Inglaterra.

A bordo del galeón "San Juan", nuestro genio viviría la terrible experiencia del malogrado intento de La Felicísima. 
Pudiendo volver a España de milagro, pero eso sí, con la fama adquirida de valor y temple demostrados con creces durante las muchas situaciones adversas y peligrosas que vivieron nuestros compatriotas durante aquellas terribles jornadas.

En mil quinientos ochenta y ocho Isabel y Lope viven en Valencia, en dónde el genio literario sigue madurando y aprendiendo. Es en la ciudad del Turia cuando comienza a usar el que llamaban: "embrollo italiano".
Cumplida su pena de destierro se trasladaría primero a Toledo y después a Alba de Tormes y entra al servicio del quinto Duque de Alba. 
Allí leerá a Juan de la Encina y decidirá incorporar a sus propias comedias el personaje del gracioso. En Alba de Tormes muere Isabel de Urbina y Lope, destrozado, regresaría a Madrid

En mil quinientos noventa y cuatro fue  procesado por "amancebamiento", o sea, eso que hoy en día se llama pareja de hecho, con la actriz Antonia Trillo. 
Lope, por supuesto, seguía siendo un talento enamoradizo que no podía vivir sin tener cerca el calor tibio de la piel femenina.

En el año noventa y ocho se casa de nuevo, esta vez con Juana de Guardo, que era hija del abastecedor de carne de Madrid y de la que se decía que no era una mujer guapa -más bien lo contrario- y que Lope se casaba con ella solamente por el interés el económico.

Ante aquella situación Luis de Góngora aprovecharía para mofarse y soltar venablos culteranos por la boca, que a Lope le sentarían como una patada en semejante parte, a partir de aquello mantendría una feroz enemistad con el cordobés que duraría toda la vida. 
Con Juana, sin embargo, y a pesar de las habladurías, tenfrá a uno de sus hijos más queridos, Félix.

Sus viajes a Toledo eran continuos ya que visitaba a sus muchos hijos ilegítimos y a sus muchas amantes de las que estuvo siempre bien surtido.
Por aquel tiempo, los primeros años del siglo diecisiete, Lope vivía a caballo entre Toledo y Madrid y trabajaba al servicio del Conde de Lemos. 
Su extraordinario talento no cesaba de parir obras al igual que sus amantes no cesaban de parir hijos.

En mil seiscientos nueve se publicaba: "El Arte Nuevo de Hacer Comedias" y se revolucionaría para siempre el Teatro. 
Todo el mundo copiaría a Lope, incluidos algunos afamados dramaturgos herejes.
Lope se convierte también en el primer escritor que lucha por lo que hoy conocemos como derechos de autor, pues muchas de sus obras salían a la luz sin corregir y firmadas por otros, que ya se sabe que este país siempre fue nido de espabilados que se aprovechan de las obras ajenas.

Se hace amigo íntimo de otro genio literario, Francisco de Quevedo y mantiene tensas relaciones con el buen Miguel de Cervantes, que había soltado algunas andanadas contra Lope en su novela.
A pesar de aquello, Don Miguel, siempre hidalgo, sería el que le pusiera el sobrenombre de: "Monstruo de la Naturaleza", y no lo decía por feo precisamente, sino por el inagotable genio y talento de Lope.

La primera década del siglo le traerían al poeta varias desgracias consecutivas. 
Primero pierde a su esposa Juana y con ella a uno de sus hijos predilectos, Félix, que mueren ambos de fiebres malignas. 
Aquellas muertes le hacen reflexionar sobre su vida y, en un arrebato de devoción y arrepentimiento, decide abrazar el sacerdocio. 

Escribirá entonces las llamadas Rimas Sacras mientras continuaba su particular guerra contra Góngora y sus seguidores culteranos, que también atacaban a Lope con saña y furor, pero el Fénix tenía buenos amigos de recia pluma que acudían en su ayuda, como Quevedo, siempre dispuesto a soltarle alguna pulla al de Córdoba, además tanto libelo en su contra resultaba estímulo y acicate para el maestro, que no dejaba de parir obras y más obras que, todavía se representan sobre las tablas, no así las de sus enemigos que apenas consiguen salir de los estantes polvorientos.

Como no podía ser de otra manera, y a pesar de vestir los hábitos, el viejo Lope se enamoraría perdidamente de un bellezón de ojos verdes, Marta de Nevares.

En mil seiscientos veintisiete ingresaba como Caballero de la Orden de Malta. Aquel título le colmaría de satisfacción y de orgullo y siempre lucirá la Cruz de la Orden en el pecho, pese a las críticas y los desplantes que le hicieron los envidiosos que en éste país crecen más que las chinches en un colchón de campaña.

Sus últimos años no serían muy felices, su querida Marta primero se quedaría ciega -aquellos hermosos ojos verdes se apagaron para siempre y dejaron su viejo corazón arrasado- para después enloquecer. 
Su hijo predilecto, fruto de sus amores con Micaela Luján, Lope Félix que era un joven apuesto, un soldado valiente y un digno hijo de su padre en cuanto a genio literario y amoríos se trataba, moriría durante un naufragio cerca de la Isla Margarita. 
Y para colmo, tal como había hecho él mismo hacía años, van y le secuestran a la niña de sus ojos, su hija Antonia Clara, que se fugaría junto a un hidalgo que, encima, tenía por apellido Tenorio.

Lope de Vega morirñia en Madrid el veintisiete de agosto de mil seiscientos treinta y cinco. 
Su entierro resultaría multitudinario y más de doscientos poetas lloraron su muerte con glosas, odas y epitafios.
Su mayor recompensa sería que su nombre se había convertido en sinónimo de calidad y que para que una obra se representase o causase admiración e hiciese que nobles y villanos, ricos y pobres o que los hidalgos se descubriesen con respeto como si estuviesen ante el mismo Rey, bastaban cuatro palabras:

- ¡Es obra de Lope... - decían. 

Y todo el mundo sabía que aquellos versos por escuchar se les quedarían grabados en el corazón para siempre.

Con admiración para el Fénix de los Ingenios.

(C) A. Villegas Glez. 2013













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