lunes, 9 de marzo de 2020

DÍA DE LA MUJER EN PALENCIA

Palencia, Castilla, mil trescientos y pico...

Las noticias de la derrota en Aljubarrota causaron espanto.
Maridos, padres y hermanos habían caído como chinches ante los portugueses y ahora, Castilla, estaba indefensa y a merced de sus enemigos...

Corría el mes de mayo cuando las palentinas vieron desde las murallas una extensa nube de polvo que se dirigía a su ciudad y tremolar al viento unos estandartes desconocidos.
Eran las tropas inglesas del Duque de Lancaster que venían a tomar Palencia conocedores de que, tras las murallas, solamente había mujeres, ancianos y niños...

Los de Lancaster llevaban un tiempo en la península y pretendían que el de Gante se convirtiese en el nuevo rey de Castilla, a despecho de Juan I, de los castellanos y de quien se pusiera por delante.
Sin embargo, tras unos meses de campaña, los siete mil ingleses no habían logrado ninguna victoria decisiva y sí acabar con todas las reservas de vino de la región y hasta con el agua de los floreros.

Por eso, al enterarse de que Palencia estaba prácticamente indefensa, el flamante pretendiente al trono, decidió atacarla confiado en que, sin hombres que la defendiesen, tomarla sería coser y cantar.

- ¡Solamente hay tías allí...!- dijo el lumbreras- ¡será muy fácil tomar por asalto Palencia...!

Las mujeres de la ciudad no se amilanaron ni corrieron a esconderse. Unlike...
Metieron dentro de los muros todo el ganado, recogieron a toda prisa las cosechas y se reunieron en junta ciudadana.

- ¿Qué hacemos...?- se preguntaban todas.
- ¡Pelear con dos ovarios...!- decían muchas.
- No contamos con espadas, ni lanzas, ni escudos, ni apenas caballos...
- Hay de sobra hachas, azadones, cuchillos, agujas, rastrillos y chuzos... O sea...
- ¿Y resistimos tras los muros un asedio prolongado?
- Nones... Mejor es salir al campo y darles a esos ingleses una lección que no olviden nunca...
-¿Un ataque frontal...?
- Un asalto por sorpresa, sin piedad y dispuestas todas a que nos maten antes de que degüellen a nuestros hijos y se nos pasen por la piedra a todas...
- Que la Virgen nos proteja...
- Que así sea... Y recuerden señoras, contra más y mejor matemos, antes se irán esos ingleses de nuestra tierra...

Aquella madrugada fue muy larga tras los muros de Palencia. 
Desde la orilla del Carrión podían oír las voces y las risas de los ingleses que, muy seguros de su victoria, bebían y cantaban alrededor de sus fogatas con el de Gante paseando entre sus hombres encantado de la vida y de aquella victoria fácil que se le presentaba.

- Quizás deberíamos dejar de darles vino a éstos, milord- aconsejaba uno de los capitanes.
- ¡Bah, George, allá tras los muros solamente hay mujeres acojonadas de miedo. Mañana nos abrirán las puertas, ya verás...

Si el de Gante hubiese prestado atención a los sonidos de la noche, ya saben, lechuzas de aquí para allá, búhos insomnes y las ranas del río croando como locas, entre aquellos sonidos hubiese podido distinguir uno nuevo y escalofriante.
El roce del acero de cientos de humildes aperos de labranza, contra las piedras de afilar que, las palentinas, desgastaron aquella noche más que ninguna otra en su vida.

Riiiissss-rassssss, riiiissssssssssss-raaaaaaasss...

Amanecía y los centinelas del campamento inglés no dieron crédito a sus ojos.
Una turba de mujeres se abalanzaba contra ellos gritando como posesas enarbolando rastrillos y hachas que brillaban al alba.

El primer contacto fue brutal.
Las mujeres, pensando en sus hijos que estaban tras las murallas, entraron en el campamento inglés matando todo lo que se les ponía por delante. Sin compasión alguna, lobas heridas que se desparramaban por entre las tiendas gritando enfurecidas y destripando ingleses a mansalva.

- ¡Heeelllpp, heelppp!- gritaban muchos mientras los degollaban como a carneros.
-¡They are women...!- gritaban mientras corrían espantados con las palentinas detrás pinchándoles  el culo.

- ¡Os vamos a capar a tós...!- gritaban desaforadas y, cualquiera que las viese, no dudaría de sus intenciones.

Luego los oficiales consiguieron detener las carreras de sus hombres y algunos plantaron cara a las heroicas mujeres que los degollaban sin descanso.
Pero el entusiasmo y el valor de aquellas hembras furiosas no se detuvo. Ni se amilanaron viendo caer a sus hermanas.
La Paca, La Juana, La María... 
Cada una que lograban matar caía rodeada de enemigos hechos filetes y, por cada una que moría, se multiplicaban por ciento el valor y la determinación de aquellas mujeres que, no solamente salvarían Palencia, si no toda Castilla.

Después de varias horas de combate y con el río Carrión rojo de sangre, las tropas del de Lancaster se retiraron.
O lo que es lo mismo y más cercano a la verdad, huyeron espantados ante el muro humano en que se habían convertido aquellas mujereres.

- ¡Go, go, Richard, que éstas no se andan con tonterías...!
- ...Y decía William que las iba a violar a todas... Ahí están sus huevos, flotando en el río...

Y así, aquella mañana de mayo, de mil trescientos y pico, las palentinas defendieron su honor y el de su ciudad como las leonas defienden a sus cachorros.
Por eso, siglos después, aunque muchos hayan olvidado aquella gesta, pueden lucir en sus trajes regionales, la banda dorada que las distingue.

Y por eso, les hago éste merecido homenaje en forma de relato.
Para que se sepa que, mucho antes de que existiesen las fanáticas de hoy en día, mucho antes de politiqueos y etiquetas contra los hombres, mucho antes de todo aquello, las palentinas ya celebraban el Día de la Mujer.

¡Con dos Ovarios...!


Imagen: Traje típico palentino con la banda dorada concedida por Juan I. Fuente: internet.



















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