miércoles, 4 de abril de 2012

CABO SICIÉ. EL TRAFALGAR INGLÉS

Amarrados desde hacía meses en el puerto de Tolón los marinos de las armadas francesa y española contemplaban como el sol se ponía un día más y ellos seguían allí, mano sobre mano y con los ingleses enseñoreándose del Mediterráneo como si fuese suyo.

Para no variar, España estaba en guerra contra el inglés, una guerra que duraba siglos y que no parecía tener fin. 

En éste nuevo capítulo, como casi siempre desde hacía mucho tiempo, los hijos de La Pérfida llevaban ventaja, con su imperio que se extendía mientras que el nuestro declinaba ahogado en bancarrotas, bajo gobiernos ladrones e inútiles y reyes abúlicos que dejaban los asuntos de estado en cualquier mano valiese para ello o no.
Pero ahí seguíamos, ojo, que una cosa era una cosa y la otra, otra… Pardiez, pobres sí, pero jamás rendidos…

Los meses en Tolón tan sólo habían servido para que el lastimoso estado de algunos de los barcos de La Real Armada se hubiese multiplicado por mil, estaban casi todos hechos una piltrafa y las fragatas era solamente un montón de madera podrida.
Los navíos de mayor porte se habían logrado mantener a salvo gracias al fervor y el respeto que en todos causaba el Almirante Navarro, que era el Jefe de la escuadra española.

- Que si hay que arreglar esto, capitán… Que si los hombres tienen que ser instruidos con la artillería…. Que si las jarcias y los palos de éste navío hay que apañarlos, que si los de aquel otro…

Todo el mundo le obedecía como al viejo padre que la pobre España nunca había tenido, tan disciplinados que parecíamos tudescos, tan serios, profesionales y eficaces que hasta los  alieés gabachos arrugaban el labio contrariados cuando durante los ejercicios de tiro los españoles les mojaban la oreja.
Y de esta manera, como siempre había sido, la Armada de España, se sostenía gracias al esfuerzo y sacrificio de sus dotaciones, de sus capitanes, de los gavieros, artilleros, oficiales e infantes embarcados de toda aquella gente anónima que llenaban los navíos. Olvidados del rey y de la Historia, perdida entre toneladas de otras cosas menos importantes y honrosas su memoria.


Era el mes de febrero del año mil setecientos cuarenta y cuatro cuando la flota combinada franco-española zarpó por fin del puerto de Tolón.

Lo de Flota Combinada es una forma de hablar, un eufemismo, porque los franceses navegaban a toda vela en la vanguardia y en centro de la formación dejando la retaguardia a los navíos españoles, mucho más lentos y mucho más maltratados durante la larga estancia en puerto, sin haber gozado durante tantos meses de bloqueo compartido más que del desprecio de los franceses.


Poco a poco la línea de navíos se va estirando y muy pronto hay huecos enormes entre ellos. Fuerzan las velas unos, amarran otros y más pronto que tarde entre el primer barco español y el último francés hay ya una distancia considerable.
Los franceses siguen navegando a todo trapo y sin dejar de mirar al frente… No mirarán para atrás ni cuando empiecen  a retumbar los primeros cañonazos.
Porque las salvas inglesas llegan y llegan pronto…


La flota inglesa que había estado navegando en paralelo a la Combinada, como los lobos alrededor de los corderos, nada más ver que a los pobrecitos navíos españoles los han dejado solos y sin línea de batalla definida, se lanzan al ataque con sus barcos de setenta y cuatro cañones, con sus temibles carronadas preparadas en los castillos y alcázares y con la infantería de marina babeando sobre las cubiertas.

¡Otro Cabo Passaro!- van pensando los hijos de la gran... Bretaña, mientras las velas se hinchan contra el viento y alza en blando movimiento…


Entonces es cuando van los chulos de los ingleses y se dan de bruces contra el navío “Real Felipe”, que escupe fuego por sus ciento diez cañones como un dragón de los que salían en los libros medievales.

El navío inglés “Malbourougt” recibe una andanada horrorosa y no se va a pique de inmediato porque los pocos tripulantes que habían sobrevivido al cañoneo español se ponen todos de inmediato a darle a las bombas de achique, negros de hollín y rojos por la sangre y las vísceras de sus camaradas destrozados:

- ¡Por San Jorge, James…¡Qué salvajes!

- ¡Calla y achica, Richard, calla y achica…!

El mismo trato recibe todo aquel barco inglés que tiene la osadía de arrimarse a la nave capitana española, que atacada por las dos bandas recibía heridas terribles pero que asestaba dentelladas mortales impasible en mitad del mar a sus enemigos.


Por popa defiende a su nave capitana, peleando como un jabato, el navío “Hércules”, que se bate contra tres enemigos al tiempo, incapaz ninguno de ellos de abarloarse y abordar al español que se defiende y defiende a su buque insignia como un gato panza arriba.

A proa el navío “Constante”, haciendo gala de su nombre, no ceja en su empeño de defender su bandera y la de su capitana,  combatiendo también contra tres navíos ingleses de porte superior. 

Al “Constante” tampoco hay inglés que se arrime.

Todo es un revoltillo y una locura de humo, cañonazos, mosquetazos, de astillas volando en todas direcciones, de madera crujiendo y de hombres ahogándose o chillando de dolor sobre las cubiertas ensangrentadas.

De la flota española solamente seis navíos eran barcos de guerra, los otros seis que formabann la escuadra eran de los llamados Merchantes. Barcos de transporte de mercancías a los que se había dotado de artillería para poder defenderse de los piratas y corsarios en La Carrera de Indias.


Ahora estaban allí en mitad del berenjenal, con inferior artillería a de los ingleses pero con el mismo nivel de valor y honra... 

O más, pues habría que haber visto a Nelson pelear, sin carronadas y sin piezas de “a veinticuatro” en sus naves.

Uno de estos barcos mercantes es el “Poder”.
Al primer inglés que se le arrima, muy confiado pues sus altas bordas de 
flamante  navío de guerra de dos puentes, casi sobrepasan la cubiertas del barquichuelo español… 
Al “Princess”, que así se llamaba el navío inglés, la manta de palos que recibe le escuece tanto y la escabechina es tan espantosa a bordo que su capitán rinde la bandera por dos veces, para que se enterasen bien aquellos españoles que le habían dejado el barco convertido en corcho y matadero.

Al “Somerset”, que se acercaba también muy enteradillo, arrogante y dispuesto a vengar a su primo se le dispensa, por supuesto, el mismo tratamiento: cañonazo va y cañonazo viene hasta que el inglés se retira chorreando sangre por los imbornales.

Tres navíos se lanzan a por barco español como perros dispuestos a mandarlo al fondo y vengar tan terrible afrenta. El “Poder”, en una peritísima maniobra no solamente consigue burlar a los tres enemigos, sino que encima los cañonea a bocajarro antes de escapar de entre sus garras:


-¡Touch yours balls, James...! 


El navío “Neptuno” se batía mientras contra cinco enemigos al tiempo, borda contra borda pero sin permitir la heroica dotación española el abordaje, sin dejar que pusieran los ingleses los pies en las tablas del navío español.


Tres horas estuvieron españoles e ingleses dándose estopa de la buena frente al Cabo Sicié. Tres horas de heroísmo, pericia marinera y eficacia artillera por parte de nuestros navíos y nuestros marinos.
Tres horas en las que los poderosos ingleses chocaron contra el muro infranqueable en el que se habían convertido los barcos españoles.

El Almirante inglés ordenó entonces una retirada momentánea, para reparar las vías de agua y lamerse las muchas heridas. El maltrato que los españoles habían infringido a su flota había sido espantoso. ¡Quién lo iba a pensar de estos españoles zarrapastrosos…!

Los navíos españoles estaban también todos muy tocados: el “Real” y el “Hércules” estaban desarbolados, el “Neptuno” había quedado un poco apartado reparando sus muchas averías, y al “Poder” lo habían capturado los ingleses tras mucha porfía. Había hecho falta un navío de setenta y cuatro cañones para poder capturarlo, eso y que a los españoles del "Poder" se les hubiesen agotado la pólvora de la santa bárbara y las balas de cañón…
Los ingleses remolcaban un colador mientras dejaban atrás, sin fijarse mucho en ellos, a los navíos humeantes que el “Poder” se había cruzado antes en su camino.

A la orgullosa y valiente flota francesa se la veía muy lejos, intentando virar - o haciendo como que lo intentaban- y poder así ayudar a los españoles… 

Pero no cogían viento, no había, contaron...

- ¡Que pena François!… No podemos virar...

- Pas de probleme, mon ami...

Caía la tarde y el Almirante inglés, tras el té de las cinco, decide intentarlo otra vez, porque puede ver que está el navío insignia español, el “Real”, prácticamente solo e indefenso en mitad del mar, sin palos, sin gobierno y se oyen desde lejos los gemidos y los lamentos de los muchos heridos que tiene a bordo.


El inglés ataca sin dudarlo, porque si consigue capturar el barco insignia español podría pintar el vapuleo que había recibido como una victoria, si lograba hacerse con el “Real Felipe”, podría hasta pavonearse en Londres.


Como se fiaba muy poco de los españoles, y a pesar de que el navío hispano gemía herido y humeante, el inglés atacó con su buque insignia, el “Namur”, acompañado por si las moscas, de tres navíos más, además de utilizar para la ocasión un brulote incendiario que cargado de explosivos lanza directo contra el barco español que apenas contaba con capacidad maniobrera para poder esquivarlo. 
Todo parecía perdido.

Entonces y como salido de la nada, aparece el barco español “Brillante”, que cañonea al brulote incendiario y lo hunde, antes de que alcance al "Real", vienen también de refuerzo los navíos “Santa Isabel” y “San Fernando”, que igual que sus homónimos habían detenido a los moros, ellos detienen y expulsan a puros cañonazos a los ingleses de las cercanías del “Real Felipe”, dándoles otra lección de valor y de pericia marinera. 

Además de otra buena paliza para que se fuesen calientes del todo.

Y ahora sí, cuando ya los ingleses se retiraban apresurados y su rumbo los llevaba muy lejos de la batalla y de aquellos bravos y honrosos marinos españoles, aparecieron por allí las primeras velas gabachas.
Igual que el bravucón que llega cuando ya la pelea está acabada queriendo comérselos a todos…

- ¿Ahora llegas, François…?

- Es que… No había viento...

- Al menos remolca a los heridos anda, sé útil…

- Por supuesto… Faltaría más… Pero que conste que los ingleses han huido cuando nos han visto venir a nosotros, ¿eh?…

- Sí hombre, sí… Pero abrevia que viene temporal …

De ésta manera se venció a los ingleses aquel día de febrero… Ellos y los franceses, y es más, algunos españoles rebaten discuten y opinan… 

Todos coinciden en que aquello no fue victoria, dicen como excusas variadas que si no es por los franceses no nos salvamos, que si no es porque entre los jefes ingleses había rencillas y odios que impidieron el apoyo mutuo y el uno no intervino para fastidiar al otro.Dicen...
Todos están de acuerdo en opinar cualquier cosa y toda versión es válida menos la de que Cabo Sicié fue una victoria española.

Que digan lo que quieran...

Aquel día los que se fueron con el rabo entre las patas y corrieron espantados hasta sus seguros fondeaderos fueron los poderosos e invencibles navíos de la Armada Real inglesa.
Y si éso no es una victoria…

© A. Villegas Glez. 12







3 comentarios:

  1. Sin ánimo de desmerecer el presente artículo que relata de forma muy amena la Batalla de Cabo Sicié, hay que señalar que el texto contiene algunas imprecisiones históricas:
    1ª Entiendo que la expresión "una guerra que duraba siglos y que no parecía tener fin." pretende ser descriptiva del habitual estado de guerra entre España e Inglaterra en aquellos siglos, pero podría inducir a error al lector poco avezado al hecerle creer que literalmente España llevaba siglos en guerra contra Inglaterra en aquel año de 1744. Eso NO es así. España e Inglaterra estaban en guerra (Guerra de la Oreja de Jenkins) desde octubre de 1739. Al año siguiente, 1740, el conflicto colonial anglo-español se transformó en guerra generalizada al subsumirse en la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-1748).

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  2. Muy bueno,deberiamos estar mas orgullosos de nuestra historia

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