sábado, 18 de agosto de 2012

ALAS ROTATIVAS

Todos hemos podido ver en documentales o películas imágenes de la Guerra de Vietnam. Los infantes norteamericanos desembarcando de sus helicópteros bajo el fuego enemigo o la espectacular secuencia del ataque de la caballería aérea, al ritmo de la música de Wagner en el film "Apocalipsis Now".

Pues resulta que si no es por el genio, el talento y la perseverancia de un español, los norteamericanos hubiesen tenido que ir en burro.


Se llamaba Juan de La Cierva y había nacido en Murcia allá por el año1895. Era hijo de un conocido empresario y político que había sido ministro en los diversos gobiernos del reinado de Alfonso XIII.


En su hogar el ambiente era de cultura a espuertas y contaba entre sus familiares y allegados con grandes ingenieros y muy pronto Juan se sintió seducido por una nueva y espectacular tecnología, la aeronáutica, al asistir con su abuelo a las exhibiciones aéreas que el francés Mamet hizo en Barcelona y en Madrid. Devoraba las publicaciones que hablaban de los pioneros de la aviación,
el viejo sueño del hombre hecho realidad, volar por el cielo como las aves…

En el año 1904 se traslada a Madrid por causa de las obligaciones de su padre, y allí conoce a un grupo de chavales que comparten su pasión, entre ellos está su hermano pequeño Ricardo, que miraba a Juan como si mirase al mismo Dios. 
Sus amigos, José Barcala, Martín Barbadilo y Pablo Díaz, le ayudarán en su primer y audaz proyecto. Son apenas unos críos con mucha ilusión y muy pocos medios.

Con cuatro maderas, tres lonas y un manojo de cuerdas de piano, construyen un aeroplano, el BCD-1, al que llamaron “El Cangrejo” y que -increíblemente- logró alzar el vuelo en Cuatro Vientos en 1912.
Fue el primer avión de construcción nacional.
Todo el mundo se quedó boquiabierto con De La Cierva y sus locos amigos… Todavía no había acabado los estudios de ingeniería.

Compaginando sus estudios de ingeniería de caminos, pues no había de aeronáutica, diseña y construye el BCD-2, monoplano que fue para todos un verdadero quebradero de cabeza. Leía a todas horas los libros de Lanchester y Jonkowski.

Corre el año 1919 y Juan presenta su espectacular proyecto de fin de carrera. Un avión, claro, un biplano trimotor, espectacular y puede que fuese el primero de esa clase diseñado en el Mundo.

Pero ocurre una terrible desgracia durante la exhibición, al aterrizar el aparato se estrella, el piloto muere, y Juan de la Cierva queda muy afectado, aunque sabe que el error había sido humano y no de diseño se promete a sí mismo que inventará un modo de volar más seguro y eficaz.
La aeronáutica se había cobrado ya un buen puñado de vidas.

Sueña entonces con unas alas giratorias que hagan que el aeroplano no pierda sustentación. 
Los primeros diseños y prototipos son decepcionantes… Demasiada rigidez, demasiada presión en los rotores…

Y entonces, se le enciende la bombilla… Cuando articula libremente los rotores su invento consigue alzar el vuelo. 
Lo llamará Autogicóptero, pero como resulta demasiado largo y complicado, lo cambiará por Autogiro.
Se convertirá en un éxito inmediato.

En 1923 recibe el certificado del nuevo Laboratorio Aeronáutico de Emilio Herrera, y Juan su ansiado título de piloto.

Según los que vuelan en el aparato, resulta como estar en la “alfombra de Aladino”. 
Juan no deja de añadir mejoras y poco después consigue el despegue y el aterrizaje verticales. 
Ya no hacen falta siquiera pistas de aterrizaje.

En 1925, mientras el gobierno español que como siempre no les hacía ni puñetero caso a nuestros inventos e inventores, el Ministerio del Aire Británico llama a Juan y lo pone a trabajar entregándole fondos en buenas libras esterlinas.

Nace así la “Autogiro Cierva Company” y muy pronto se abre su filial en Norteamérica, en dónde el invento de Juan estaba causando furor.
Allí pretenden construirlo en serie, pero será siempre bajo licencia, pues la patente por deseo expreso de Juan, es de España.
Por eso hoy al helicóptero se le llama así y no Autogicóptero o Autogiro, por un tema de derechos, que hay que ver lo que son las cosas.
Juan de la Cierva es ya una celebridad internacional, admirado por su genio y su talento. 
Ha ganado el trofeo Collier y en La Exposición Universal de Chicago de 1932, recibe La Medalla Guggenheim.
Antes de todo esto había cruzado el Canal de La Mancha con su Autogiro, y también realizado un vuelo entre Inglaterra y España.

En 1934 la expedición del almirante Bird al Polo Sur llevaba entre su dotación un utilísimo autogiro. 
Un año después los aparatos Cierva aterrizaban en la azotea del Post Office Building de Filadelfia, acortando el tiempo que tardaba el correo norte americano en ser procesado y entregado.

Edison dijo sobre De la Cierva y su invento, que tras el vuelo de los Wright, era el mayor logro aeronáutico del ser humano… Para 1932 se habían construido más de ciento veinte autogiros y acumulaban más de treinta mil horas de vuelo.

El año 1936 acabó con los sueños y los vuelos, con las ilusiones y con los diseños futuros. 
España se desgaja en bandos irreconciliables- así andamos todavía- mira que somos gilipollas, en facciones, en bandas armadas.

Todo el mundo tomó partido, por convicción, por conveniencia o por miedo. Pero todo el mundo tomó partido… 
Hasta Juan, que ayudó a encontrar el avión que trasladó al general Franco desde Canarias hasta Tetuán, en dónde se puso al frente de los Regulares y Legionarios.

Juan lo pagaría muy caro.


Su hermano Ricardo, el pequeñajo, el que que le había acompañado tantas veces en el garaje construyendo aviones, estaba en Madrid y como era seguidor de las ideas políticas de su padre hacía poco tiempo que se había afiliado a Falange.
Lo fusilaron en Paracuellos del Jarama en noviembre de 1936.

En diciembre de ese mismo año en el aeropuerto de Croydon en el Reino Unido, un avión mixto de carga y pasaje despegaba por la pista… 
De repente al intentar levantar el vuelo llegó el desastre.
Nadie sobrevivió al accidente.
En el avión viajaba con destino Ámsterdam el padre del helicóptero moderno… 
Al que gracias podemos verlos hoy por el cielo como libélulas de metal.

El Destino quiso que el hombre que ideó y construyó un mejor y más seguro método de volar, muriese víctima de uno de aquellos aparatos ruidosos e inseguros.

Siendo como fue un pionero no creo que le importase acabar así… Quizá pensó mientras oía resquebrajarse el metal y veía el fuego extenderse:

- ¡Si hubieseis usado alas rotativas, cabrones…!

Don Juan de La Cierva y Codorrníu… 
Otro héroe sin pica ni arcabuz, sin pluma y sin pincel, pero con el talento impresionante de los Da Vinci, de los Newton, de los Openheimer…
Todos estos no tuvieron sin embargo la desgracia -ni la suerte- de haber nacido en la desmemoriada y descastada España.


© A. Vilegas Glez. 12


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