jueves, 19 de septiembre de 2013

VIDA de una BANDERA

Me tejieron hace años y urdieron mis hilos con cariño manos expertas de mujer que manejaban el telar. Hilos rojos, hilos gualdas, hilos que se iban entrelazando mientras las manos enredaban y con los pies accionaban el pedal, manos rápidas, amorosas y preciosas que me dieron la vida.
Nací bien hermosa con flecos dorados y con el Escudo bordado en hilo de oro, pero después, ¡me escondieron y en una caja me guardaron!
Pasé un tramo de tiempo allí encerrada, oliendo a naftalina y deseando por encima de todas las cosas, un día, ser izada. 
Después, de pronto sentí que el estante en el que estaba se removía y que unas manos me buscaban. El león del Escudo rugió de alegría.

La conversación que oí fue muy breve fue breve: 
¡Ésta es!, decía uno, ¡es muy hermosa!, contestaba el otro con muy buen ojo por cierto, lucirá esplendorosa en la popa del navío...
¿Navío?, aquello, ¡qué mal me sonaba!. 

Mar, agua, viento y sal. ¡Acabaría destrozada!, pero luego me puse a pensar que si de aquella manera me deshilachaba, tampoco era un mal final para una bandera de la Real Armada.

Me llevaron en una caja de madera labrada, antes me habían limpiado el polvo y la peste del alcanfor, ¡menos mal, porque yo quería estar bien guapa!, me llevaron hasta el puerto y allí de mar y de mil hombres que me vitoreaban, por fin me desplegaron al viento y como tanto deseaba, fui izada.

Daba vértigo contemplar el mar desde la popa tan alta, pero no pueden imaginar lo orgullosa que flameaba. 
Cada día me miraban y me mimaban, los marineros durante las noches claras, sus secretos me contaban y muchos de me preguntaban: ¿Por qué eres así, España?

Yo no decía nada pues nada podía decir, tan sólo era una tela que a todos ellos representaba y por eso ondeaba allí bien orgullosa, aunque los malos vientos ya hubiesen empezado a arrancarme los hilos y a llevarse mis colores, pero no me importaba la pérdida, lo importante era seguir allí, muy tiesa, ondeando a los cuatro vientos el nombre de mi tierra.
Y así pasaron los años y yo seguía ondeando en la popa del navío, pero, ¡ay!, ya no era tan bella porque la mar y el tiempo habían hecho mella en mí y, aunque no había acabado como mi hermana de la grímpola, que un día había salido volando para perderse para siempre en mitad de una tempestad en el Cabo de Hornos, sí tenía recosidos y algunos agujeros, además me deshilachaba más y más cada día, dejándome mis hilos rojos y mis hilos gualdas por los siete mares.

Por eso un día me arriaron, y aunque lo hicieron con todos los honores y saludándome con mucho respeto, yo creí que me moría cuando lo hicieron, mientras me doblaban de nuevo, pude ver como izaban a una hermana mía, nuevecita, brillante y tan hermosa como yo lo había estado hacía tanto tiempo.
Creí que me guardarían para siempre. Pero no fue así.

A los pocos días de haberme guardado en la caja labrada, sentí de nuevo que me movían y escuché tambores y trompetazos. ¿Qué sucedía?, ¿acaso mi hermana había salido volando...?
¡Pues no!, resultaba que habíamos llegado a un atracadero y había un fuerte, pequeñito pero de sólida piedra con forma de estrella, con sus garitas redondeadas y sus dos cañones que asomaban por las troneras.

Aquel era mi nuevo hogar. Rodeada de selvas y frente a una playa paradisíaca, hermosa, en la que los amaneceres hacían brillar mi ajado rojo y mi ajado gualda. 
También había sal, vientos malos, hastío y aburrimiento, también había hombres que me miraban atravesados, yo podía sentir el odio en las miradas furibundas, en los puños crispados, pero luego, aquellos mismos hombres que de todos sus males me acusaban, se arremolinaban a mi alrededor y me defendían como endemoniados por no dejar que en manos enemigas cayese.
Y mil veces lo hicieron y en cada ocasión mientras morían a mí alrededor yo desde lo alto siempre, siempre les arropaba. Y cien veces cayeron y cien veces me defendieron de todos los enemigos que hasta aquel fuerte vinieron.

Luego la desgracia se abatió sobre nosotros, los hombres lloraban y se desgarraban las vestiduras, nadie quería marcharse, nadie quería abandonar aquella tierra hermosa que llevaba siglos bajo mi sombra. 
Pero no pudo ser.
Un buen día me arriaron, yo estaba, la verdad, muy vieja y muy cansada, con los colores ajados y el bordado desgastado, atravesada de agujeros, zurcida en mil sitios, deshilachada aunque eso sí, jamás, jamás humillada.

Después de todo aquello me encerraron en otra caja, ataúd de lujo en el que pensé quedaría para siempre olvidada. 
Pasó tiempo, mucho tiempo…

Ahora me tienen restaurada que llaman, expuesta entre vitrinas, extendida, casi, casi como si estuviese izada y a veces recuerdo aquella popa y aquellos días de sal y de espadas. 

Al principio, para qué negarlo, me había sentido ruborizada, ¡todo el mundo venía  a verme!, ¡a mí!,  ¡a la acribillada!

Sin embargo quedó mi gozo en un pozo muy hondo de tristeza y de pena. Allí me habían colocado pero sin trompetazos ni honores, aquello ya me había llenado de de congoja y de extrañeza, luego, en una esquina escondida y apartada, oscura, desierta en compañía de panfletos, de insustanciales papeles, de cucharas, de peroles y de cosas de ésas.

Pero lo peor es la gente, aquellos descendientes de los del barco, de los de las noches desiertas, los hijos de todos aquellos que me habían defendido con fiereza. 
Yo sonreía orgullosa de mis agujeros, de mis viejas telas… 
Y ellos me miraban con desprecio, me miraban burlones, irrespetuosos y sin pizca de delicadeza, sin educación y sin valores, sin reconocerme siquiera.
Lo peor era el olvido más que me tuviesen expuesta. 

Y ahora cada día, cuando abren la casa ésta, que pretende ser recuerdo y solamente resulta vertedero de glorias y de noblezas, me estremezco, mientras mis viejos hilos rojos y mis viejos hilos gualdas, lloran de rabia y de pena.

© A. Villegas Glez.  2013





4 comentarios:

  1. Muy bonita la historia, gracias por escribirla.

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  2. Preciosa, casi me emociono.

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  3. Por cierto, ¿Hay alguna manera de poder copiar/descargar tus textos? Me gustaría imprimir para mi algunos en papel, gracias de antemano.

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    1. Desde el blog no puede copiar los textos, lo siento.
      Quizás un día pueda disfrutarlos en buen papel, ojalá...
      Muchas gracias y saludos.

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