Era un
veintitrés de noviembre de hace cincuenta y seis años.
En la
provincia española de Sidi- Ifni las líneas de comunicación militar quedan
cortadas y desde algunos fuertes y puestos avanzados comienzan a llegar
agónicas peticiones de auxilio.
Los
marroquíes han invadido nuestra provincia, nuestra tierra y vienen por miles,
envalentonados y bien armados, dispuestos a pasar a todo español o simpatizante
a cuchillo.
Tiugsa,
Temín, Tabelcut, Tiluín y Tezlata en Isbuía emiten informes de que están siendo
atacados por fuerzas enemigas. En la ciudad de Ifni, capital de la provincia,
la población se levanta de la cama con un nudo en el pecho.
Los
puestos fronterizos y los destacamentos más pequeños se pierden bajo la ola de
enemigos. Algunos, defendidos por saharauis leales y valientes, resistirán
hasta la muerte.
En la
capital se logra rechazar el ataque marroquí. A duras penas, pues no hay apenas
municiones para los viejos máuser de cinco tiros, ni granadas de mortero que
están casi todos descalibrados y viejos, no hay apenas combustible. Por no
haber no hay siquiera botas pues los soldados españoles calzan alpargatas de
esparto y cuerda.
Sin
embargo los soldados de España, acostumbrados de antiguo a luchar solos y sin
esperanzas, detienen a los marroquíes, que pese a su armamento superior, no se
atreven a acercarse demasiado limitándose a bombardear de lejos con morteros.
Morteros
nuevecitos vendidos por los españoles… ¡Que tiene cojones la cosa!
Lo
mismo sucedía en los fuertes asediados… Una hazaña que está (como todas)
perdida de nuestra memoria.
Unos
hombres que pese a el abandono, la miseria, la distancia, la pasada guerra
civil cuyas huellas permanecían todavía frescas, pese a no tener comida, ni
agua, ni munición, ni certeza de victoria, aguantaron a pie firme entre las
aspilleras y los muros, entre los bombazos y los disparos de un enemigo muy
superior que pretendía echarlos de allí. Y aquellos hombres, como buenos
españoles que eran, no permitieron que aquello sucediese, no al menos sin pagar
el precio que siempre pagaron los enemigos de España cuando la atacaron. No al
menos sin plantar cara y dejarle claro a sus enemigos que dentro de aquellos
fuertes estaban los más duros soldados del mundo.
El
ejército de las alpargatas, sí, pero también el ejército de los huevos de
hierro.
TILUÍN:
Sesenta
Tiradores de Ifni, una unidad en la que había españoles peninsulares y
españoles de la provincia saharaui, defienden el puesto ante el ataque
organizado de los marroquíes desde el mismo día veintitrés de noviembre.
Igual
que en las películas sobre La Legión Extranjera francesa, que a esos, si les hacen
películas y documentales donde cuentan sus batallas y ensalzan su valor y su
aguerrida bravura, aunque sea mentira, pero claro, no nacieron en España.
A los
nuestros no les hace películas nadie.
Imaginen
el desierto, la arena y el calor sofocante. Imaginen la línea del horizonte
llena de enemigos que atacan y atacan sin descanso en oleadas inacabables.
El
fuego incesante de mortero sobre la posición, las ametralladoras barriendo los
muros.
Imaginen
a los españoles en las aspilleras, venga meter peines al máuser, que es viejo
pero fiable y preciso, ¡menos mal que algo funciona!, porque los morteros se
atascan cada dos tiros, porque resulta que la munición es el sobrante de la
batalla de Bailén, y las granadas no sabe uno si le van a estallar en la cara
cuando las lanza.
Y
apenas hay agua y comida para los sesenta soldados y para los civiles que hay
refugiados allí dentro.
El veinticinco
de noviembre, al amanecer, se escuchan viejos motores de aviación romper el
aire del desierto…
Son una
escuadrilla de vetustos Heinkel He 111, que en vuelo rasante ametrallan el
suelo como lo habían hecho los alemanes hacía veinte años. Los yanquis han
prohibido a España que use el armamento y el material fabricado por ellos en la
lucha contra Marruecos. Hideputas, pero, da lo mismo, pues era también material excedente de cuando
la guerra mundial.
Así que
con los “Pepes” al ataque…
Detrás
llegan los Junker JU 87 e igual que en Creta hacía años lanzan muñequitos que
bailan en el aire y que se recortan en la oscuridad descendiendo sobre las
cercanías del fuerte de Tiluín.
Son los
paracaidistas del capitán Sánchez Duque que descienden bajo un intensísimo
fuego del enemigo, que dispara sobre ellos mientras están en el aire o intentan
acribillarlos al tomar tierra.
El
primer salto de combate…
Los
fogonazos salen desde todas partes para recibir a los novatos paracas, que sin
embargo, saben reaccionar y responden al fuego mientras entran en el fuerte. Traen
con ellos algún bastimento y órdenes de reforzar la guarnición y defender el
fuerte.
Desde
el aire se suministran las municiones y el agua, pero las cajas se desparraman
al caer y los cartuchos se retuercen, por
fortuna, con el viejo máuser español se puede disparar casi todo. El agua y los
víveres apenas dan para la ración diaria y encima, desde Madrid, se ordena
recuperar los paracaídas usados que están desparramados por el desierto.
Se
hacen entonces salidas para recuperarlos y en aquel fuerte, ciento treinta
españoles luchan y mueren defendiendo su bandera.
Aguantarán
hasta que el día tres de diciembre, cuando una bandera legionaria rompe el cerco enemigo y los saque de allí.
El
camino hasta Sidi-Ifni no será ningún camino de rosas, sin vehículos y
repeliendo constantes emboscadas del enemigo cada pocos kilómetros.
Los
defensores de Tiluín se unirán a otra columna que viene desde el fuerte de:
TZELATA en ISBUÍA:
El
fuerte había sido atacado, al igual que los otros, a primeras horas del
veintitrés de noviembre. Rodeado por fuerzas muy superiores y bombardeado con
morteros y barrido con fuego de fusiles y ametralladoras.
Se habían
pedido de urgencia municiones y víveres a la capital, pues como todos los demás
fuertes estaba mal abastecido, con lo justo para ir tirando pero no para
soportar un asedio largo y duro como el que planteaba el enemigo.
Una
sección de paracaidistas es enviada en ayuda del fuerte. Será un convoy de camiones y ambulancias llevando medicinas y
municiones.
El
camino hasta Telata será un continuo escaramuzar con el enemigo emboscado, un
enemigo que inunda las peñas y las chumberas y que espera agazapado, dispuesto
a matar españoles.
El
convoy no logra alcanzar el fuerte queda paralizado por el intenso fuego
enemigo a apenas un par de kilómetros.
Entonces
sobre una loma se organiza la defensa, con cuatro piedras y los zapapicos y el
valor y la determinación de aquellos valientes se construye un exiguo fortín y
nuestros compatriotas con las bocas secas gritaban: ¡Viva España! mientras rechazaban
a la bayoneta todos los ataques enemigos.
Los del
fuerte los ven en la distancia y así de lejos deberán apoyarse unos a otros,
porque el enemigo no tiene intención alguna de abandonar.
Unos y
otros aguantarán firmes, viendo caer a los compañeros, hasta que el día dos de diciembre se logra romper el cerco de los moros y se rescatan
a nuestros compatriotas del fuerte de Telata.
Se
unirán a los que llegan desde Tiluín sedientos y rotos como ellos, pero con el
orgullo pintado en los rostros demacrados de labios cortados.
Los
muertos viajan en la caja de un camión, cuerpos inertes y fríos cuyas almas estaban ya en la
parte más hermosa del paraíso, junto a los miles de compatriotas muertos
durante La Historia por el mismo ideal por el que ellos habían caído. España.
Allí
estaban, junto a los otros, el teniente Ortiz de Zárate y el soldado de
transmisiones Fandos, que se habían convertido en héroes por su ejemplo de
valor y esfuerzo, de sacrificio por los compañeros, de integridad humana
llevada hasta el final.
Los
españoles se retiran a la capital Ifni, de donde el enemigo pretende cercarlos
y echarlos a patadas.
Pero si
no han podido echarlos de pequeños y mal defendidos puestos, mal podrán
expulsarlos de la capital.
Y más ahora
que parece que toda la península, la metrópoli, se ha puesto en pie de guerra.
El
asedio de Sidi Ifni durará hasta el verano siguiente, pero los marroquíes no se
atreverán a lanzar ningún ataque serio.
Aquellos
soldados en alpargatas, renegridos de sol, acostumbrados a las calamidades y
enamorados del desierto, están dispuestos a luchar hasta el final y aquello les
causaba demasiado respeto.
De esta
manera empezó hace cincuenta y cinco años La Guerra Olvidada de Sidi Ifni.
Allí La
Brigada Paracaidista una unidad recién nacida, se cubrió de gloria y aprendió a
morir sobre el terreno, sin apenas instrucción, con material que había que
reutilizar mil veces, con aviones del tiempo de Matusalen, y hasta sin jurar bandera saltaron algunos de los
aviones. Y con la instrucción de tiro
aprendida por el camino…
-
Como en Numancia Mohamed, ¿te suena?... Pues eso.
Hoy día en
nuestra España solidaria, desmemoriada, irrespetuosa con su pasado y con el
futuro hipotecado, nadie se acuerda de aquella guerra, muchos solamente la
nombran para criticar al régimen anterior y soltar espumarajos por la boca.
Pocos
abuelos nos quedan que puedan contarnos lo que sintieron cuando aquella noche
de noviembre saltaron desde un viejo avión con un solo objetivo en la cabeza y
en el corazón. Rescatar a sus hermanos sitiados. A españoles como ellos que
estaban en peligro.
Y lo
hicieron. Lo lograron… ¡Con dos cojones!
Hoy día
montaríamos debates sobre si es moralmente reprobable nuestra actitud, que si
pobres moritos esclavizados por occidente, que si fascistas que sólo piensan en
matar, que si mejor enviamos una ONG de ésas que salen de puta madre en la
tele, que si vamos, que vayamos sin armas, que hay que ver por un cacho de
desierto nos vamos a matar…
Hoy en
día por mucho avión moderno que
tuviésemos, nos costaría llenarlo de gente así. Como aquella.
Y los
que nos fuésemos, que alguno hay, nos iríamos viendo las pistas llenas de gente
insultándonos y acordándose de nuestras santas madres, con pancartas que
pondrían: “No a la guerra” y “aAlianza de civilizaciones”, con artistas,
cantantes y actores desgarrándose las vestiduras y los ojos desorbitados.
Hoy
día, me temo, que a los sitiados de Telata o de Tiluín les iban a dar, y mucho,
por donde el pepino amarga… Y a mí pensar eso hace que la cara se me caiga de
vergüenza.
Cuánto
me gustaría encontrarme en un parque con algún abuelo, y que de la casualidad de que fue “paraca” y saltó sobre
Tiluín, y sentarme a su lado y pedirle que me cuente.
Estoy
convencido de que si lo encuentro, cuando termine de contarme su historia, a la
vergüenza la habrá sustituido el orgullo y a la pena la alegría y a la
desesperanza el consuelo.
Seguro
que vuelvo a sentir dentro, que nacer español fue, es y será mi mayor fortuna y
mi mayor privilegio.
Dedicado
a los españoles que hace cincuenta y pocos años (tan sólo) se dejaron la vida
en una tierra seca y dura, hermosa y mágica, que era nuestra y que no íbamos a
dejar que nos arrebatasen.
© A. Villegas Glez.
Este país está como está por no honrar su memoria y a todos los españoles que derramaron su sangre por defender su Patria...no quedan españoles como aquellos en el país del letargo, del borreguismo, del botellón y la indolencia...pobre España...ojalá esto cambie algún día. ¡Viva España!
ResponderEliminar¡Viva España! Claro que hay españoles de aquellos. Muchos de los que leemos estos relatos ciertos y, después de llorar de alegría deseamos honrar a nuestros héroes con la lucha que por España nos toca hoy. No nos dejan organizarnos, pero Dios proveerá. España ha de dar mucha Gloria. Un cordial saludo.
ResponderEliminarHola Antonio, hace poco sigo tus relatos novelados. Me gustan, mucho. Hoy solo una cuestión: Los Heinkel 111 a los que te refieres como "Pepes" eran denominados así realmente o querías decir "Pedros"?
ResponderEliminarUn abrazo. Un gavioto.
Hola Antonio,
ResponderEliminarHace poco leo tus historias noveladas. Me gustan, mucho. Hoy sólo una cuestión: Los aviones Heinkel-111 a los que te refieres y que llamas "Pepes" son los denominados "Pedros" o son otros aviones?
Gracias, enhorabuena y ánimo. Un gavioto.
Muchas gracia a todos. Efectivamente se les llamó Pedros y no Pepes.... Perdón por el patinazo
ResponderEliminarBuenos días D. Antonio, primero felicitarle por sus relatos en los que siento como si estuviera en cada episodio de nuestra gran historia que escribe.
ResponderEliminarSegundo corregirlo, los aviones que utilizo la Agrupación de Banderas Paracaidistas en Ifni, no fueron los Ju-87, puesto que estos eran bombarderos en picado, si no que fueron los Ju-52 estos si eran de transporte. De hecho yo he llegado a volar en ellos y me recordaban a las furgonetas 2cv.
Y tercero, no hay que remontarse a los abuelos, en mi familia, mi padre y mi tío lucharon en Ifni, el primero en Tiradores y el segundo en los paracas.
Un Saludo en primer tiempo.
Buenos días D. Antonio, primero felicitarle por sus relatos en los que siento como si estuviera en cada episodio de nuestra gran historia que escribe.
ResponderEliminarSegundo corregirlo, los aviones que utilizo la Agrupación de Banderas Paracaidistas en Ifni, no fueron los Ju-87, puesto que estos eran bombarderos en picado, si no que fueron los Ju-52 estos si eran de transporte. De hecho yo he llegado a volar en ellos y me recordaban a las furgonetas 2cv.
Y tercero, no hay que remontarse a los abuelos, en mi familia, mi padre y mi tío lucharon en Ifni, el primero en Tiradores y el segundo en los paracas.
Un Saludo en primer tiempo.