lunes, 4 de noviembre de 2013

ANTES QUE JONH WAYNE... JUAN BAUTISTA ANZA.

Cada dieciséis de octubre la ciudad de Tubac, Estado de Arizona, Estados Unidos de América, conmemora el que llaman: Anza Day.

Los ciudadanos rinden homenaje al que para ellos es Padre Fundador. 

Recuerdan que fue un español, nacido en aquella tierra salvajemente hermosa que hoy se conoce como México, el que con su astucia, hidalguía, valor y determinación llevó la bandera de su lejana patria y el pendón de su ingrato rey hasta los confines del mundo.

El que les llevó la cultura y la civilización occidental, con todo lo bueno y lo malo, un idioma maravilloso, una religión y una forma de ver la vida. 
Y encima, que no era moco de pavo, el que les hizo entrar a formar parte de una de las más importantes y ricas provincias -Nueva España- del mayor y más poderoso imperio del mundo.
Todo esto recuerdan en Tubac, Arizona. 
Y lo recuerdan con orgullo.
Igualito que aquí...

Juan Bautista de Anza nació el año 1736 en la pequeña villa de Frontera, sita en el estado de Sonora, Virreinato de Nueva España.
Sabiendo el nombre de su pueblo imaginen en donde nació nuestro héroe. 
Las viejas películas del Oeste con John Wayne dando viriles cabalgadas y el General Custer dejándose desollar por los Apaches, con ésos matojos redondos y resecos que cruzan el horizonte, los cactus puntiagudos, los lagartos, los alacranes, los pistoleros, los cow-boys y las serpientes de cascabel les ayudarán a situar el lugar.

Con cuatro años Juan quedaría huérfano de padre, un aguerrido Capitán de los temidos y famosos Dragones de Cuera, muerto en uno de los muchos enfrentamientos que se sucedían periódicamente contra los belicosos indios que habitaban la frontera.


Los famosos Sioux, Apaches, Chiricahuas, Navajos, Comanches y otras tribus de emplumados, valerosos y excelentes jinetes que fueron todos aquellos pueblos norteamericanos.
Jinetes, ojo, gracias a los caballos que los primeros exploradores españoles habían llevado con ellos, un número muy importante de aquellos corceles salvajes procedían también de los supervivientes de las naves hispanas naufragadas cerca de la costa, que se desparramaron por el continente formando enormes manadas salvajes que se reprodujeron como conejos.

Los famosos Mustangs...

Juan Anza apenas cumple los quince años sienta plaza como soldado de Caballería.
Con dieciocho ya es un oficial de reconocido prestigio por capaz, inteligente, valeroso y arrojado.
En su joven cuerpo ya se pueden contar algunas cicatrices de guerra y los indígenas le admiran, temen y respetan.

Los Dragones de Cuera eran unos durísimos y temibles soldados y hasta el último indio de la región e incluso de más allá de la frontera, lo sabía.
De entre todos los Dragones el joven Anza destacaba.

Tanta fama ganaría y tan buenos y leales servicios rendiría a la Corona que en el año 1774 se le ordena abrir y asegurar la peligrosa y casi desconocida ruta que iba desde Sonora hasta el Presidio de San Francisco. 
Nombre que les sonará también mucho porque ha sido protagonista en infinidad de películas, con ésos tranvías folclóricos, el famoso puente, la bahía y las calles asfaltadas en rasantes de infarto para que Bullit persiga a los malos.

Juan Bautista Anza al mando de doscientos cincuenta hombres, mujeres y niños atraviesa el mortífero y caluroso desierto del Colorado, cruza el caudaloso río del mismo nombre y alcanza sin novedad su objetivo.
Los españoles exploran la famosa bahía y consolidan la presencia hispana en aquella hermosa tierra.
El Presidio de San Francisco se convertirá en poco tiempo en una próspera y coqueta colonia española. 
Con su iglesia, sus huertos, su mercado, sus colonos, sus murallas, sus soldados y su Aspa de Borgoña ondeando al viento.

Cuando regresa a Santa Fe, Juan Anza es aclamado por el pueblo como un héroe. Militarmente es ascendido al grado de Teniente Coronel. En 1777 recibe el nombramiento de Gobernador. 
La gente daba saltos de alegría por las calles pues no había nadie más querido ni respetado en toda la región.

Juan tenía cuarenta y un curtidos años de servicio a España grabados en el pellejo, era al tiempo admirado y temido por sus enemigos y, cómo no, habiendo nacido español -daba igual la orilla- también era envidiado, criticado y zancadilleado por los mismos que se decían sus amigos y camaradas.

Al poco de haber sido nombrado Gobernador recibe la orden de acabar con las sangrientas incursiones que los Comanches hacían, cada dos por tres, contra las posesiones y los colonos españoles.

El quince de agosto de 1779, Anza, al frente de ciento cincuenta Dragones de Cuera armados hasta los dientes, a los que se suman seiscientos hombres, mitad milicia de colonos y mitad indios apaches, que no podían ni ver en pintura a los comanches, salen de Santa Fe en busca del escurridizo enemigo.


Enemigo que contaba con el famoso y aguerrido cabecilla conocido como: “Cuerno Verde”.
Le llamaban de aquella curiosa manera porque siempre acudía al combate usando como tocado de guerra, la cabeza disecada de un búfalo a la que habían pintado los cuernos de un verde intenso y llamativo
En la lengua de su pueblo su nombre significaba: “Hombre Peligroso” y, ¡pardiez!,  bien que lo era, el jodío.

Odiaba a los españoles a muerte desde que le habíamos matado a su padre en alguna de las muchas escaramuzas que menudeaban en aquella tierra dura y hostil.
Contaba además la tropa indígena con buenos mosquetes y armas de acero que les habían vendido los franceses -hideputas-  que rondaban la región procurando darnos todo el por saco que podían.

Los hombres de "Cuerno Verde" ejecutaban razias sangrientas que asolaban las granjas dejando tras ellos muerte, desolación y cuerpos mutilados.
Igual que en las películas pero sin que apareciese en el último y dramático momento el Séptimo de Caballería.
¿O sí...?
Incluso mejor...


Que a los Dragones de Cuera nadie les mojó nunca la oreja y el que estuvo más cerca de conseguirlo se llevó palos hasta en el cielo de la boca.
Llamados así porque vestían un abrigo de cuero sin mangas -la cuera- que les protegía de flechazos y cuchilladas. Armados con pistolas, escopetas, sables, espadas, dagas, hachas y cuchillos de todas clases causaban espanto entre los indios por su fortaleza y fiereza en el combate.

La expedición de Juan Bautista Anza acampa al lado del río Arkansas y los exploradores traen la noticia de que, muy cerca de allí, había un poblado del enemigo.


Se decide atacar el asentamiento de inmediato, que para mañana es tarde, pero la lucha resulta fugaz porque los Dragones solamente encuentran en el poblado a cuatro viejos y algunos jóvenes imberbes que ni espadazos merecen, aunque algunos, los más mayores habían salido a defender su hogar y hay que reducirlos de dos o tres guantazos. 

La noche se llena con el lastimero llanto de las mujeres y de los niños.

Normalmente -y era una muy antigua costumbre indígena, ojo, que no española- en caso de guerra entre las tribus cuando alguna conquistaba un poblado del contrario la matanza era atroz y dantesca porque no había piedad para nadie, y los pocos que salían vivos quedaban condenados a la esclavitud y el desprecio.
Era por aquel motivo por el que lloraban desconsolados, aterrorizados y seguros de su terrible destino los habitantes de aquel poblado asaltado por los Dragones.

Juan Bautista Anza, como buen hidalgo, ordena que se respete la vida de las mujeres, de los ancianos y de los niños y e
ntre los indígenas, a su fama de valiente se suma la de piadoso. 
En agradecimiento le informan de que su líder, el gran “Hombre Peligroso” junto con sus nobles y valientes guerreros se habían marchado de razia pero que les estaban esperando para la próxima luna.

Conociendo los movimientos de su enemigo, Anza quizás rememorando a Don Pelayo entre las peñas de Asturias, ordena a sus hombres emboscarse entre los riscos que escoltan un desfiladero estrecho y que es de paso obligado para el enemigo. 

El día dos de septiembre las largas filas de derrengados jinetes comanches se adentran en el paso, apenas se escucha el ronroneo soporífero del viento del desierto, el sol relumbra en el cielo y ni los lagartos osan moverse.
El aire se lleva perezoso el polvo que levantan las caballerías de los indios avanzando con cansancio.

Entonces, de repente:

¡Batabummmmmmm...!

Una tormenta de fuego se abate sobre la columna enemiga que fustiga a los caballos y salen a todo galope chillando como niñas espantadas.
Se dejan atrás, con agujeros en el pecho gordos como cabezas de ajos, a más de treinta camaradas.

El cabecilla indio, que siente un odio atroz y enquistado contra de los españoles, ciego de rabia toma posiciones y traza paciente su estrategia.
Los soldados españoles, veteranos de mil batallas, impávidos y fríos como el acero ocupan mientras tanto unas buenas posiciones para la defensiva.
Hoy en día se las conoce como "Lomas de Cuerno Verde" en recuerdo y homenaje a aquel bravo jefe indígena. 
Es el tres de septiembre de 1779.

Anza ordena que los auxiliares indios simulen una retirada, casi una estampida desordenada, y divide a sus Dragones en dos mortíferas alas móviles.
Los comanches, enardecidos y seguros de la victoria se abalanzan sanguinarios sobre los que huyen -o lo disimulan- entonces igual que las pinzas de una cizalla los Dragones cierran contra ellos y los hacen pedazos.
Escopetazos, puñaladas, flechazos, hachazos, mordiscos y coces de las bestias enloquecidas y cubiertas de sangre...

Tanto ardor y valor le ponen al asunto los aguerridos Dragones que empujan al mismo Cuerno Verde y a sus pocos guerreros supervivientes hasta una pequeña zanja en la que, usando los caballos muertos como parapeto, se defienden como leones.
Allí morirán todos.

Tan enorme resulta la derrota para el pueblo Comanche que muy poco tiempo después entablan conversaciones y firman un acuerdo de paz con España. 
Un acuerdo que será respetado por las dos partes hasta que años después lleguen los norteamericanos sajones y lo manden todo a tomar por saco. 
Ya saben el Salvaje Oeste.

Hoy día el tocado fabricado con la cabeza de búfalo que llevaba al combate aquel bravo guerrero indio, es uno más de entre los tesoros que guarda el Archivo Vaticano.

Nuestro generoso Carlos III se lo regaló al Papa como gesto de aprecio y amistad.

- ¡Con el pestazo que echa el bicho asqueroso ése que se los den al puñetero párroco de Roma, jajajaj...!

El Gobernador Anza era muy querido, respetado y admirado por casi toda la gente, pero también había otros muchos que le envidiaban y ambicionan su fama y su poder. 

La ambicionan sin tener que jugarse las pelotas frente a los indios, claro. Que de ésos había también a espuertas.

Así el año 1781 el Gobernador, pacificador de la frontera norte, es acusado falsamente, claro, de ocultar una sublevación. Un pequeño conato de rebelión a la que él mismo había puesto freno, cosa que queda sobradamente demostrada.

Sin embargo los años que le quedan en el cargo se convertirán en un infierno de luchas constantes contra los avariciosos y los falsos acusadores, que era mucho peor que pelear contra los indios.

En 1787 es 
destituido del cargo sin demasiadas explicaciones. Anza queda desolado y al año siguiente muere fulminantemente en Azipe, México.
Tan repentina fue su muerte, una noche vivo y por la mañana tieso como la mojama, que no me extrañaría un pelo que al pobre Juan se lo hubiesen cargado...

Así solemos pagar en España a nuestros más grandes hombres.
Con el veneno del olvido y la ponzoña de la desmemoria.

Que se lo cuenten si no a Juan Bautista Anza que hace muchos años cabalgaba orgulloso bajo el sol que no se ponía de la gran y magnífica 
España que el valor y la audacia de hombres como él habían forjado.

Igualito que ahora...



A. Villegas Glez. 2013

Imagen; Estatua de Juan Bautista Anza en la ciudad de Tubac. USA



5 comentarios:

  1. mientras en España se olvidan de Juan Bautista de Anza aquí en Sonora (México) lo consideramos uno de nuestros padres fundadores, en la Ciudad de Hermosillo, capital del Estado de Sonora, el corazón lo ocupa la estatua ecuestre de Juan Bautista de Anza popularmente conocido como el Caballero de Anza, cada Día de la Raza o cuando gana la selección mexicana los hermosillenses salen a celebrar a los pies del Caballero de Anza nuestro padre y fundador

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  2. No sera Arizpe en lugar de azipe o ando mal?

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  3. Que bonito.Aquí en España se olvidaron de sus héroes y si uno lo celebran te llaman facista.

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