domingo, 29 de marzo de 2015

EL DÍA QUE LA INMACULADA SE CONVIRTIÓ EN PATRONA

Hacía un frío calvinista de mil pares de huevos aquel siete de diciembre de mil quinientos ochenta y cinco. 


El Tercio de Bobadilla, desplegado en la isla de Bommel, o sea, en mitad de la confluencia de los ríos Mosa y Waal, se encontraba rodeado por la flota holandesa del almirante Holak.
No contaba el Tercio apenas con víveres, ni municiones y la pólvora estaba toda mojada e inservible, no tenían más que barro, frío y la certeza de la muerte que planeaba sobre los cinco mil españoles que defendían el reducto de Bommel. 

La situación se tornaba insostenible con los poderosos galeones holandeses cañoneando sin cesar contra las débiles posiciones hispanas y además estaba el fortín hereje que cubría la otra orilla del río, cercados y solos pues ningún socorro ni refuerzo había podido llegar hasta ellos, pero, a pesar de todas aquellas calamidades y la poca o ninguna esperanza de salir victoriosos del lance, el Tercio español no estaba dispuesto a rendirse, al contrario, estaban todos dispuestos a morir defendiendo la honra de su Nación y la Fe Verdadera.
El Maestre Bobadilla se lo había dejado cristalino a los holandeses que se habían acercado, en barca, claro, hasta el campo español exigiendo la rendición incondicional a cambio de la vida: 



“Los soldados españoles prefieren la muerte a la deshonra. ¡Ya hablaremos de capitular después de muertos!”



Tales palabras usó el Maestre Bobadilla lleno de barro, sucio, repleto de piojos, con el peto repujado abollado y las calzas recosidas y empapadas igual que estaban el resto de los hombres que formaban su Tercio.
Los holandeses no daban crédito, pasmados ante la tenaz resistencia que ofrecían aquellos cinco mil enflaquecidos, empapados, sucios y mal encarados españoles que se habían enrocado en la isla de Bommel dispuestos a convertirla en su cementerio. 


Al almirante Holak -que estaba el hombre que se subía por las paredes de la cámara de su galeón- no se le ocurrió entonces otra cosa que abrir una brecha en el canal que separaba los dos ríos y las aguas liberadas inundaron todavía más la ya enfangada isla de Bommel. Más agua y más lodo sobre el lodo.

A toda prisa los españoles rescataron lo que pudieron de su magro material, más que nada espadas, dagas, picas y partesanas para poder despedirse en corto de los holandeses cuando llegase el momento, unos cuántos arcabuces y por supuesto, las palas y los azadones con los que intentar excavar trincheras y baluartes. 

Los cinco mil se apiñaron sobre el único punto elevado que había en la isla y en casi toda Holanda, el montecillo de Empel que tenía apenas cincuenta metros de altura. Se empieza de inmediato la cava de trincheras, o a intentarlo, porque resultaba que el terreno era solamente barro y cada agujero que se abría se inundaba de inmediato.

Un soldado excavando encontró algo enterrado en el lodo. Al principio no podía creerse lo que estaban viendo sus ojos, pero de repente empezó a llover – más agua sobre agua – y la lluvia limpió el barro que ocultaba lo que el soldado había encontrado. Por más que lo miraba y remiraba no podía creerse lo que tenía entre las manos:

- ¡Milagro, milagro!- gritó y su voz resonó por encima del viento helado que ululaba por toda la isla.

Lo que el soldado había encontrado era una tablilla flamenca con la imagen policromada de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. 

La noticia se corrió por el campamento español como la pólvora ardiente y los devotos soldados del Tercio no tardaron en hacerle un Altar a la imagen fabricado con maderas mojadas y cubiertas con la bandera acribillada de la Cruz de Borgoña. Luego el Tercio entero se clavó de rodillas en el barro flamenco. 

Los holandeses desde sus barcos podían escuchar las letanías y los murmullos de oración de las cinco mil voces, seguían sin embargo muy confiados en la victoria y preparaban el asalto definitivo contra la isla de Bommel y el monte de Empel para la mañana siguiente, día ocho de diciembre de mil quinientos ochenta y cinco.

Con los hombres enardecidos, roncos de tanto rezar y confiados en que la Virgen les protegería el Maestre Bobadilla les lanzó un órdago a sus tropas:

“¡Soldados, el hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada ha venido a salvarnos…! ¿Quieren vuestras mercedes que se quemen las banderas, que se claven los cañones y que abordemos esta noche las naves enemigas?”



¡QUEREMOS!- le contestaron cinco mil voces henchidas de fuerza y de confianza, cargados del valor que aquella tablilla les había infundido. 

Y todavía estaba por llegar el verdadero milagro.

Al poco de terminada la Santa Misa y con la infantería española preparándose para encarar su suerte esperando la llegada del amanecer y de los navíos holandeses, de repente empezó a soplar un viento huracanado e inusualmente helado. 
Los españoles, maravillados, vieron como las aguas del río Mosa se iban helando y que, poquito a poco, iban adquiriendo el grosor suficiente como para poder marchar sobre él. 

Así, la mañana del ocho de diciembre el Tercio de Bobadilla al completo, formando el cuadro entre la niebla y caminando sobre las aguas heladas del río Mosa, tocando los tambores a degüello, se abalanzó contra la flota holandesa cuyos galeones y urcas se habían quedado encallados, inmóviles y a merced de los españoles en mitad el hielo.

El Tercio se quitó el frío y la rabia acumulados durante el duro asedio matando todo lo que se le puso por delante, todo lo que huía despavorido y en general todo lo que se movía y no gritaba: ¡Santiago! 
Para rematar la cosa le metieron fuego a toda la encallada flota holandesa.
Desde el fortín holandés que había en la otra orilla, la guarnición, a la que se había unido corriendo sobre el hielo el mismísimo almirante Holak, contemplaba horrorizada cómo ardían sus barcos mientras el viento les llevaba los espeluznantes gritos  de agonía de los desgraciados a los que el Tercio de Bobadilla se iba encontrando en su camino. 

Pensaban los del fuerte que los españoles se contentarían con haber hecho pedazos a los barcos y a sus tripulaciones y que no se atreverían a cruzar, más todavía, la inestable capa de hielo para llegar hasta ellos. 
Pero se equivocaban.

El Tercio de Bobadilla, iluminada la espalda por los barcos holandeses que ardían como Troya, rehízo las filas, formó otra vez el cuadro y enfiló directo y resuelto hacia el fortín holandés que guardaba la otra orilla del río Mosa.

Los holandeses al verlos cerrar contra ellos, huyeron en manadas aterradas. 

El almirante Holak iba corriendo como un gamo para poder salvar la vida - ¡y ya van dos veces hoy y acaba de amanecer!- mientras buscaba razones en su mente para explicarse aquel descalabro tan enorme cuando parecía que tenía la victoria en la mano. El almirante Holak achaca el suceso a la intervención divina:

“Tal parece que Dios es español por obrar tan grande milagro”.
O algo así se cuenta que decía mientras corría y se replanteaba su fe calvinista.

Por este hecho, desconocido de nuestras aulas y libros de Historia, por este milagro, que así lo calificó el mismo enemigo, por esta victoria sin par de nuestros Tercios en Flandes, la Patrona del Arma de Infantería es Nuestra Señora la Inmaculada.
Que siga siendo así otros quinientos años es nuestra responsabilidad y nuestro deber. Para que siga protegiendo a los infantes de España porque Ella podía haber escogido a cualquier otro y no quiso. Por eso se lo debemos. 

O tendremos la culpa de que se nos hiele nuestro propio río Mosa.

A. Villegas Glez.

Lámina: El Maestro Ferrer Dalmau en pelna faena...




6 comentarios:


  1. Mis más sinceras felicitaciones, don Antonio, por la entrada, y por todo el blog. Por desgracia, tan fabuloso suceso como fue el Milagro de Empel ha caído en el olvido en esta desgraciada España nuestra. Algunos, no obstante, hemos contribuido (en mi caso muy modestamente) a que su brillo no desaparezca. ¡Oh, tiempos! ¡Oh, costumbres!

    Un fuerte abrazo. Picas y pluma arriba. ¡Santiago y cierra España! Hay mucho trabajo en la trinchera...

    P. D.: Tengo el gusto de invitarle, si tiene a bien honrarnos con su presencia, a unirse al Último Tercio, que es como llamo a un grupo de irredentos numantinos que correteamos por Google+ dando todos los mandoble que podemos (y perdón por el palabro). Allí están don José Romero Landa, don Manuel León, don Guillermo Otaño (a quien ya conoce) y otros muchos buenos compatriotas. Mientras la esperanza no nos cierre las puertas, y las checas no nos abran las suyas, ahí seguimos...


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  2. http://misantrolimpia.blogspot.com.es/2013/05/el-milagro-de-empel.html

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  3. Desde luego, es inmensamente típica española la situación: tirados y abandonados en medio de la nada y con todo perdido se lanzan al degüello de todo bicho viviente: total, ya estábamos muertos, de modo que me llevaré a algunos por delante.
    Muy buen artículo. Siga, por favor, ilustrándonos. Un saludo,

    Fernando de Laguno

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  4. Estoy tratando de encontrar la obra de Fray Beltrán del Valle, pero no encuentro ni en la Biblioteca Nacional. ¿M epueden facilitar la referencia?.

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    Respuestas
    1. NO existe libro ni legajos de Fray Beltrán... El personaje y la recreación de cómo pudo haber sido el Milagro de Empel es invención de este Juantaletras. No lo encontrará en la BNE ni en ningún otro lugar. Fray Beltrán aparece en el nº47 de la revista Ares Enyailus.

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  5. Estoy buscando el libro de Fray Beltran y no lo encuentro ni en la BNE. ¿Me pueden ayudar? Gracias anticipadas.

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